La Organización Obrera ayer y hoy

El número 96 de Organización Obrera (O.O) propone trazar una línea entre los modos de organizar las demandas, luchas, utopías colocando el centro de la discusión en los modos de organización de ayer y aquellos que surgen en la distópica realidad. Tal vez suene algo contrafáctico analizar desde un presente aquellas decisiones surgidas en momentos de desesperación o estallido de quiénes ayudaron a forjar parte de nuestra identidad como trabajadores. 

¿Cómo trazar entonces una línea entre nuestrxs antepasados y nosotres? Antepasados que vienen de cortar la caña, lustrar zapatos, coser para otres, utilizar maquinaria riesgosa, pelear (o ser desertores) de guerras ajenas, ayudar a las comunidades en momentos de hambruna o abrir espacios de organización sumidos en la oscuridad desde jóvenes. 

Hasta hace no mucho, podíamos encontrar a un niñe de 7 a 10 años talando cañas de azúcar o trabajando en una fábrica de ladrillos por escasas monedas. Pero hoy encontramos a jóvenes que para poder ganar esas mismas monedas la única vía es trabajar para el extractivismo de empresas como Yamana Gold en pueblos donde parece que esa es la única fuente de subsistencia (en un claro matrimonio entre las empresas y la política vernácula). Pueblos donde las ambulancias llevan el logo de la minera y quiénes tienen la valentía de alzar la voz para organizar otro tipo de subsistencia son hostigados, perseguidos y judicializados con causas armadas. 

Ayer y hoy, con sus matices, la organización de les trabajadores sigue siendo una amenaza. 

En los 90s había un programa de televisión que mencionaba una palabra nueva para la epoca, “STRESS”. Pasaba de largo, creándose un chiste y minimizando lo que esta palabra realmente significaba.

Los cuerpos rotos de nuestrxs abuelxs habían gestado una generación que ahora entre todas las patologías también padecía STRESS. Lo que antes era acarrear bolsones con toneladas de caña en la espalda, en los noventas se transformó en peso de horas de oficina. Lo que antes habían sido manos curtidas, rajadas por el sol, o por la lavandina, ahora es una cabeza avisando que no hay cuerpo que se banque el mercado.

En los años que sucedieron a la década del 90 el stress se fue aggiornando a los ataques de pánico manifestado por personas  encerradas en baños llorando en medio de condiciones hostiles, por no llegar, no poder, no crear o “rendir”  lo suficiente.Todos los pesares se fueron retransformando, al igual que el mercado bajo el desarrollo y utilización de tecnología procesa los cuerpos de les trabajadores cual exprimidor de cítricos. 

La brecha es esa: quienes nos rompemos el cuerpo contra los que viven apilando nuestra sangre en algún lado, sin nombre, sin cara, sin identidad. El interrogante entonces es ¿seguiremos naturalizando las condiciones adversas de lxs apiladores de nuestra sangre o retomar aquellas experiencias de organización para re-configurarlas y pensar su ejecución en éste presente distópico? Porque siguen niñxs trabajando en el campo, personas engrilladas a máquinas de coser o computadoras, jornadas extenuantes de trabajo a cambio de chirolas y la pérdida de aquellos momentos de ocio defendidos y reclamados por antepasados. 

Esa calidad de vida que hoy necesitamos para vivir básicamente. Un cuerpo descansado para poder leer, escribir, disfrutar, fines de semana que sean para algo más que poder dormir sin despertador ¿cuantes compañeres no llegan a compartir tiempo con sus hijos, o desarrollarse en ocupaciones u oficios que les apasionan? Necesitamos dejar de regalar nuestros cuerpos y detener esa maquinaria que nos lo está quitando todo. 

Ayer y hoy la organización obrera sigue siendo una herramienta de transformación para las condiciones de trabajo y existencia toda. La invitación entonces es recorrer los artículos del periódico buscando pistas sobre aquello que puede ser un amanecer distinto para todes les trabajadores.

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Categoría: Editoriales