El mundo académico no es el paraíso.
Pero el aprendizaje es un lugar donde se puede crear un paraíso.
El aula, con todas sus limitaciones, sigue siendo un escenario de posibilidades.
bell hooks (1994) [1]
Con el retorno de la democracia algo sucedía en los pasillos de las universidades: se podía respirar. Algunas personas tuvimos el privilegio de habitar esos tiempos, de forma muy inocente, pero esos recuerdos de debates, discusiones acaloradas y miras hacia una posibilidad de transformación se agigantan con el paso del tiempo. Quiénes decidieron volver a habitar la universidad no la tuvieron nada fácil antes [2] y tampoco la tenían fácil ahora: era tiempo de correr del mapa a quiénes habían participado en las acciones más crueles, dañinas y sádicas cuyo patrón era un odio manifiesto hacia absolutamente todo aquello que hemos normalizado en las décadas posteriores (compartir – debatir- aprender- enseñar- participar). La dictadura cívico – eclesiástico – militar no sólo torturó, desapareció, secuestró, robo niñxs y cometió todo tipo de violaciones a los derechos humanos, sino que también realizó un desguace quirúrgico del sistema universitario, cuyo impacto todavía lo seguimos viviendo 40 años después. Luego le tocó el paso al riojano y eso es historia conocida…
El escenario actual encuentra a la universidad en una situación compleja: bajo la inminente amenaza de su recorte (en el mejor de los casos) o desaparición de la mano de un proyecto de ultraderecha que propone una privatización donde la capacidad de pago garantizaría el acceso a la universidad [3]. Del otro lado, la derecha oficialista propone ampliar las sedes universitarias [4] con una fuerte presencia en el conurbano bajo el eslgoan de “la primera generación de universitarios en la familia”. Sin lugar a duda, para muchxs de quiénes transitamos los pasillos de las universidades en el cotidiano su apertura significó nuestro ingreso a los claustros como docentes/estudiantes, pero al mismo tiempo la posibilidad de ingresar a la carrera de investigadxr, participar en ofertas de posgrado, obtener financiamiento para proyectos de investigación entre tantas otras mejoras que trascienden lo netamente salarial.
Más allá de la extorsión voucher versus continuidad que en los próximos días tendrá su desenlace final es urgente un debate sobre el rol de la universidad como productora de meros trabajadores para inyectar al sistema o una institución al servicio de los pueblos y comunidades [5].
Esto fue planteado hace bastante por Varsavsky, luego retomado por Carrasco y hoy está en boca de muchos académicos que danzan un ritmo desigual con las corporaciones que participan del financiamiento de universidades y, caso no menor, hospitales. Tomemos por ejemplo la censura a los resultados del proyecto SPRINT [6] por parte del INTA quién consideró que la metodología del trabajo realizado por V. Aparicio y colaboradores en la ciudad de Balcarce estaba “flojo de papeles”. Mentiras y más mentiras en nombre de la ciencia que fueron fácilmente refutadas durante la presentación de los resultados donde se mostró científicamente que el 100% de los participantes argentinos presentaba los siguientes rangos de plaguicidas: 6-13 en orina, 2-10 en sangre y 0-18 en materia fecal.
Hoy se hace cada vez más necesaria una universidad que acompañe a las comunidades y tome a las relaciones interespecíficas [7] (relacionalidad ecológica [8]) no como ficción sino como una vía de salida a los futuros distópicos que se avecinan. Estamos muy lejos de eso como territorio y continuamos bajo el espejismo del progreso.
Más allá de las contingencias del presente y ese futuro incierto, la universidad sigue siendo un escenario de posibilidades: para aquel que mira por el microscopio en busca de respuestas o comparte sus saberes de modo apasionado con estudiantes extenuados luego de un día de trabajo; para aquellxs que caminan los territorios relevando información y dialogando con las comunidades en busca de un porvenir más justo; para lxs adolescentes curiosos que se acercan a las diferentes sedes con la curiosidad (y la ilusión) de un paso por la universidad. Es probable que ese escenario mute, como en otros tiempos, en un escenario de resistencia, pero para eso será necesaria una organización de los distintos sectores de la comunidad. Resistir y seguir creando entre las ruinas.
Gane quien gane, perdimos y lo sabemos. Pero hay quiénes aún tenemos la esperanza de seguir transitando estos escenarios de posibilidades con la libertad y autonomía que nos permiten trascender la anécdota para construir nuevos mundos posibles.