“Tenemos a nuestra disposición el tiempo en que la historia se hace: el presente, el único tiempo posible de la acción. (…) el presente se nutre de las luchas del pasado y de las ilusiones del porvenir. Vivimos sobre la tierra que el fluir de las generaciones ha laborado en la esperanza y el dolor. La acción de lxs que nos precedieron ha desplazado el horizonte y ampliado los límites de lo posible”
E. Colombo
Bernardo Veksler, autor del libro “La batalla de los hornos. Memoria de luchas, utopías y mártires” rememora la construcción de la lucha de lxs trabajadorxs ceramistas. Nos adentra en la vida cotidiana de ese entonces, lamentablemente no muy diferente a lo que transitamos ahora. Bajarse del colectivo a la madrugada, pasar por las baldosas rotas del kiosco, los muros descoloridos , el silencio y sus aromas. Así empezaban o empiezan todas las mañanas. El sendero habitual de las broncas silenciadas duermen al ingresar en las decrépitas instalaciones de Lozadur.
Era un contexto de luchas sindicales agitadas, habían gremios mas activos que otros y el sindicato de ceramistas logró darle una patada a la burocracia sindical que se sentaba plácidamente con los jefes de la fábrica. La lucha no era sólo contra la patronal sino también contra la traición de esa misma cúpula. Proteger la sede gremial se traducía en piquetes armados frente a la patota sindical. Eran tiempos convulsionados. La esperanza de la proscripción del peronismo hacía que el movimiento sindical viera una luz al final de túnel. Se esperaba que la llegada de su líder devolviera algo de las dignas condiciones que alguna vez se llegaron a tener. Las ilusiones mentirosas de que alguien nos va a salvar, colocándonos siempre en indefensión, minimizando las organización y la fuerza que construimos. Errores ideológicos que acarreamos hasta el día de hoy con un sindicalismo que hace alianzas con políticos y empresarios, desgarrando cualquier índice de cambio social. Mantener todo igual para los mismos de siempre. Despojarnos de la idea de que el sindicalismo es nuestro para encargarse de ensuciarla con sus líderes y anclarnos en el mismo agujero.
El autor nos habla de aquellas ideas en esa época “teníamos el convencimiento de que los seres humanos se aprestaban a dejar atrás la prehistoria de la humanidad y avanzaban decididamente hacia una sociedad que terminaría con la ignorancia, el embrutecimiento, la explotación y la superstición de las religiones; y que superaríamos todo tipo de miserias, represiones y guerras”. El exterminio que se llevó a cabo tenía que ver por sobre todo con borrar cualquier necesidad de transformación social. Fue el mismo peronismo quién entregó a sus obedientes bases firmando el decreto de la inicio a la triple A. El exterminio estaba en marcha y no se detuvo. La historia la conocemos. Lo que olvidamos a veces es a los cómplices entregadores. Lxs muertxs siempre lxs mismxs.
El activismo sindical por parte de lxs trabajdorxs ceramistas se vio reflejado en la transformación que empezó a suceder en las fábricas y talleres. Se logró un cambio en el trato de la patronal a sus trabajadorxs, redujeron las arbitrariedades de jefes y capataces o consideraron los reclamos que elevaban lxs delegadxs. Se consiguió guardería, vestidores, cumplimiento de las normas de seguridad e higiene en los lugares de trabajo y hasta descanso entre horas con una merienda incluida.
El golpe militar no paró la agitación gremial en Lozador. Es a partir de este plan de exterminio que a finales de octubre y principios de noviembre se suceden una serie de desapariciones en el sindicato de ceramistas. Se estima que en la noche del 2 y la madrugada del 3 de noviembre de 1977 fueron secuestrados al menos siete obreros de Lozadur, que pudieron ser constatados: las hermanas Felicidad y Dominga Abadía Crespo, Sofía Cardozo y Elba María Puente Campo, los delegados Pablo Villanueva e Ismael Notaliberto y Francisco Palavecino, integrante de la última Comisión Directiva del sindicato ceramista de Villa Adelina (Puente y Palavecino habían trabajado en el sindicato intervenido hasta setiembre de 1976).
En conmemoración a su lucha rendimos homenaje el 30 de Octubre. Como dijimos, reivindicamos a estxs trabajadorxs de varias fábricas de cerámica y adherentes al Sindicato Ceramista que reclamaban mejoras salariales, de higiene y seguridad laboral. Veksler nos pregunta al final de su libro “¿Qué quedará de tantas experiencias vividas en común? ¿Se irán desintegrando como las paredes del viejo edificio ante la inevitable migración? En nuestro horizonte no había lugar para un final así, nuestro sentimiento colectivo se aferraba a ese escenario, pero un golpe artero nos cortó el tiempo.” Sí, nos cortan el tiempo. Y es por eso que el ejercicio de la memoria debe seguir latente. Por eso, insto a no celebrar el día delx ceramista, pido que evoquemos, recordemos y conmemoremos sus causas.
¡¡Ni olvido ni perdón!!
¡¡Presentes!!
¡Ni un paso atrás!