El 1° de mayo y el potencial de no olvidar de dónde venimos.

El 1° de mayo es una fecha fácilmente reconocible en el calendario anual. En mayor o menor medida, toda persona que vive en Argentina sabe que es un feriado inamovible, pero eso no significa que conozcan de qué trata. Muchos dirán que tiene algo que ver con el trabajo, pero sin mayores precisiones respecto a su impronta política o su contenido histórico. 

El 1° de mayo tiene una rica e importante historia detrás de su conmemoración. El origen de esta fecha tan emblemática se remonta a los acontecimientos sucedidos en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, en mayo de 1886. ¿Qué es lo que pasó por aquella fecha en aquel lugar? La mayor manifestación obrera que el rico país del norte haya visto hasta ese momento. Los obreros organizados de aquel país habían acordado poner la fecha del 1° de mayo de 1886 para manifestarse a favor del cumplimiento de las ocho horas laborales. Si bien ya existían ciertas legislaciones que imponían el límite de las jornadas para ciertos trabajos o distritos, el cumplimiento efectivo era escaso y no contemplaba la situación de todos los y las trabajadoras de la actividad privada.

El reclamo, como se pueden imaginar, era muy sentido dentro la clase obrera. Uno de los efectos producidos en la modalidad de trabajo luego de la irrupción de la revolución industrial fue que las jornadas laborales se hicieron interminables, trabajando, en la mayoría de los casos, más de doce horas diarias. El reclamar por la reducción a ocho horas contemplaba que toda persona pueda disfrutar de ocho horas de descanso y ocho horas de instrucción o recreación, de forma que cada individuo deje de ser considerado un animal de carga y pueda dedicar tiempo a su crecimiento personal en el área que más le plazca.

Como decíamos, el 1° de mayo 1886 se llevó adelante la huelga más importante de los Estados Unidos, hasta ese entonces. Más que una huelga general a escala nacional se trató de una multiplicidad de huelgas regionales o por sector, dado que algunos municipios y empresas habían aceptado limitar la jornada laboral de forma previa para evitar el conflicto. Es así que se calcula que se declararon 5.000 huelgas de manera simultánea. Tanto la convocatoria, como la repercusión social que alcanzó el evento fue considerada todo un éxito por parte de los organizadores.

En Chicago la huelga tomó un clima más violento que en otras regiones de aquel país. La situación social en esa ciudad en particular ya era tensa desde antes. Contaba con un mercado laboral muy amplio, pero los/as trabajadores/as industriales eran sometidos/as a la sobreexplotación, siendo las huelgas duramente reprimidas. Al mismo tiempo, y en parte producto de esta situación de opresión, el movimiento obrero estaba cada vez más organizado, apuntalado por un dinámico sector anarquista que enlazaba los reclamos materiales inmediatos con la predica de un futuro mejor. 

A la jornada del 1° de mayo en Chicago se sucedieron nuevas manifestaciones masivas los días siguientes. El 4 de mayo, en la plaza Haymarket, se produjo un gran enfrentamiento entre la policía y los manifestantes, iniciado tras el estallido de una bomba entre las filas policiales. Luego de intercambios de disparos quedó un saldo de cuarenta muertos y cientos de heridos. Ante las bajas sufridas por la policía se declaró el estado de sitio y se procedió a una cacería de huelguistas, deteniendo, interrogando y torturando a cientos. Finalmente, ocho destacados militantes anarquistas fueron los seleccionados para servir de chivos expiatorios, siendo acusados de ser los responsables de la bomba que explotó en la manifestación del 4 de mayo.

El juicio efectuado a los detenidos derivó en una rápida condena a muerte por medio de la horca. No existió la posibilidad de una defensa legítima de los acusados, dado que el destino del juicio ya estaba prefijado de antemano por la elite político-empresarial. Se trataba de un escarmiento ejemplificador ante las pretensiones rebeldes del movimiento obrero. Los mismos condenados manifestaron el origen de su pena de la siguiente forma: 

“Solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponen porque no he cometido crimen alguno… pero si he de ser ahorcado por profesar mis ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo inconveniente. Lo digo bien alto: dispongan de mi vida.” (Adolf Fischer, periodista de 30 años)

“No, no es por un crimen por lo que nos condenan a muerte, es por lo que aquí se ha dicho en todos los tonos: nos condenan a muerte por la anarquía, y puesto que se nos condena por nuestros principios, yo grito bien fuerte: ¡soy anarquista! Los desprecio, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!” (Louis Lingg, carpintero de 22 años)

Dadas las características del proceso judicial, su resultado, y la causa por la cual originalmente se manifestaron los trabajadores de Estados Unidos, estos condenados a la pena capital fueron catalogados como mártires, naciendo así el término de los “Mártires de Chicago”. 

Con la difusión de los sucesos a escala global, la fecha del 1° de mayo fue retomada por las organizaciones obreras existentes en Europa y declarada como “Día de Protesta Internacional”. Para el año 1890 se fijó esa fecha para convocar a manifestaciones a escala mundial, en las cuales los proletarios de cada región puedan exponer sus reivindicaciones laborales, con eje en las 8 horas.

A medida que avanzó el siglo XX la celebración del 1° de mayo fue mutando. Manifestando las diferentes tendencias políticas e ideológicas actuantes dentro del seno del movimiento obrero, desde anarquistas, socialistas y comunistas, hasta la influencia de nacionalistas y partidos burgueses, cada uno imprimiéndole sus interpretaciones, ritos y costumbres. En este sentido, la apropiación del sentido de esta fecha fue escenario de disputas por parte de todas las tradiciones políticas que se desarrollaron posteriormente. Es así que las corrientes obreras de orientación revolucionaria toman al 1° de mayo como una jornada de lucha, reivindicando el origen internacionalista de su conmemoración, empalmándola con las reivindicaciones proletarias sostenidas a través de la historia. En cambio otras tendencias, de índole reformista o nacionalista, toman esta fecha como una jornada festiva, celebrando la “fiesta del trabajo”, en la cual se encuentran de forma armónica los diferentes componentes del proceso productivo, tanto los trabajadores como los empresarios, que se unen en pos de la mayor productividad y el crecimiento económico.

Esta concepción de relaciones sociales armónicas suele clasificársela como “conciliación de clase”. La cual no puede existir sin mentiras o eufemismos, ya que detrás de los discursos que apelan a la paz social y a la colaboración entre los diferentes sectores de la sociedad se esconde una relación asimétrica basada en la explotación y el robo sistemático de parte de la riqueza creada por los y las trabajadoras en manos de los patrones.

Es por eso que hoy, como hace más de un siglo, nuestra organización vuelve a poner de relieve la historia que dio origen a la conmemoración del 1° de mayo, advirtiendo sobre las posibilidades de que otra forma de organizar la economía puede llevar a que el esfuerzo y la riqueza social no queden en manos diferentes y que para esa transformación hay que confiar en el potencial que se haya latente en la acción colectiva del proletariado del mundo.

JC
Categoría: Historia
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