El pasado 17 de abril desfilaron por las pasarelas del Llao Llao frente a un selecto grupo de empresarios, los principales candidatos de la oposición en vistas a las próximas elecciones. Una de las temáticas sobre las cuales se explayaron esos candidatos fue sobre la necesidad y contenido de una posible reforma laboral. Esta discusión no es para nada nueva en épocas de elecciones, pero tomando en consideración el perfil político de los posibles ganadores (Rodríguez Larreta, Bullrich, Milei, etc.), la posibilidad de una reforma laboral favorable a los empresarios asume un lugar cada vez más central en los debates y propuestas electorales. A esto debemos sumar que la desmovilización general de las organizaciones obreras durante estos años de gobierno peronista y el deterioro cada vez mayor de las condiciones de vida de la clase trabajadora por las políticas de ajuste del FMI, sientan las bases óptimas para que el futuro gobierno pueda concretar la reforma laboral que el gobierno de Macri no pudo realizar debido a la resistencia de miles de trabajadores y trabajadoras.
En esa línea, desde diferentes medios se vienen adelantando los posibles contenidos de esa reforma laboral, contenidos muchos de los cuales no resultan para nada novedosos por expresar tradicionales reivindicaciones del empresariado explotador. Los argumentos que utilizan los principales voceros del capital para sostener la necesidad de dicha reforma laboral, se los puede resumir en dos. Por un lado, implantar la idea de un mundo tecnológico siempre cambiante que impone, más allá de nuestras voluntades, la necesidad de modificar nuestras condiciones de vida y de trabajo. El otro argumento es la promoción de un nuevo modelo de trabajador: el emprendedor, siempre dispuesto a cambiar de condiciones de trabajo para vivir nuevas experiencias y no estar así sujeto a patrones estancos de trabajo.
Podemos tomar como ejemplo de ese tipo de argumentación, el artículo publicado por Julián De Diego, conocido abogado del empresariado argentino, en la revista jurídica “La Ley”, titulado: “Pilares de una Reforma Laboral que Promueva el Empleo Registrado en la Democracia Republicana” (Año LXXXVII Nº 40, 28/02/2023, pág. 1-8). En ese artículo, De Diego señala: “Ya nada será como lo fue antes de la pandemia, porque muchas prácticas forzadas por las circunstancias se mostraron más eficientes que las que las precedieron, y el home office, el teletrabajo, el uso irrestricto de las herramientas telemáticas, la invasión de las múltiples Apps (aplicaciones) expandidas por toda actividad humana preexistente pero también generando nuevos hábitos, nuevas prácticas, y dando mucho espacio para que el proceso siga ese derrotero”.
La reforma laboral sería una necesidad impuesta por un determinismo tecnológico, presuntamente acelerado por la pandemia, del cual no se puede escapar y que exige modificar las condiciones de trabajo. Obviamente, esas modificaciones de las condiciones de trabajo resultan favorables al empleador y traen mayor precarización para trabajadoras y trabajadores, motivo por el cual, detrás de ese determinismo tecnológico se esconden siempre los intereses y ansias de mayores ganancias para el empleador. Es un buen ejemplo de ello la Ley de Teletrabajo impuesta durante la pandemia. El hecho de que miles de trabajadores y trabajadoras tuvieran que trabajar desde sus hogares por las medidas sanitarias, sirvió para instaurar un régimen legal de teletrabajo que permite al capital poder ingresar en nuestros hogares, utilizándolos como lugares de trabajo en su beneficio y alterando nuestra vida familiar.
La posibilidad del capital de utilizar tecnologías de acción a distancia para imponer las condiciones de trabajo, serían las nuevas herramientas para dominar a la clase trabajadora, pudiendo aplicar nuevas estrategias a esos fines y logrando alcanzar nuevas modalidades de trabajo cada vez más precarizadas. El determinismo tecnológico no sería otra cosa que un uso de la tecnología favorable a los intereses del capital.
Continuando con el artículo de Julián De Diego, en el mismo se afirma: “La legislación del siglo XXI se centra en la promoción de oportunidades multifuncionales y multifactoriales de empleo diversificado e inclusivo”. La futura reforma laboral traería nuevas oportunidades de cambio y desarrollo para un nuevo sujeto: el emprendedor. Desclasado y más cercano a los valores burgueses de su empleador, el emprendedor sería el modelo de trabajador promocionado por el capital para ese futuro tecnológico. Se trata de una persona siempre dispuesta a cambiar de condiciones de trabajo para vivir nuevas experiencias y absorber nuevos conocimientos, una antítesis del trabajador fordista con patrones rígidos de trabajo. La flexibilización laboral es el mundo de las posibilidades del crecimiento personal y laboral para los trabajadores, un mundo “diversificado” e “inclusivo” para todos aquellos que quieran ser mejor explotados.
La polivalencia funcional y el sujeto moldeado a ella, el emprendedor, no resultan para nada novedosos dentro de la historia reciente de las reivindicaciones patronales, especialmente desde el abandono progresivo del modelo fordista de explotación. Durante este último modelo, una legislación laboral rígida e invariable para el empleador, conocida como orden público laboral, no iba necesariamente en contra de sus intereses. En definitiva, el modelo fordista era un modelo rígido y estanco de trabajo que no necesitaba imperiosamente introducir permanentes variaciones en las condiciones de trabajo. Si bien importaba una protección para trabajadores y trabajadoras, el orden público laboral no chocaba en esencia con el uso de la fuerza de trabajo que realizaba en ese momento el capital. El choque más directo de esa legislación laboral a los intereses del capital se produce en estos momentos, en donde las nuevas estrategias para aprovecharse del trabajo ajeno requieran cada vez más de la polivalencia y la flexibilización de las condiciones laborales. Por lo tanto, lejos de ser la flexibilización laboral el ámbito para lograr el crecimiento personal de los trabajadores y las trabajadoras como se la promociona, lo es en cambio para que el empleador pueda utilizar como quiera a esos trabajadores con mira en sus propios intereses como clase explotadora.
Son realmente admirables los esfuerzos de la patronal para objetivar y ponerles nombres pomposos que ni el corrector de google reconoce, a diferentes modalidades de trabajo que, en definitiva, expresan lo que les conviene a sus necesidades. Para dar un ejemplo, volvamos nuevamente al artículo de Julián De Diego en lo que respecta a lo que propone como reforma al régimen de jornada de trabajo: “Las nuevas tecnologías exponenciales han transformado el trabajo humano y han modificado el roll de las personas en el contexto de la informática, el uso de las herramientas telemáticas, la robótica y el advenimiento de la inteligencia artificial…”. Otra vez el determinismo tecnológico jugando para la patronal, y agrega: “En ese contexto aparece de nuevo una ola de mecanismos de medición e implementación de la jornada y, por ende, que producen cambios también en la contrapartida temporal del lapso de descanso. Sintetizamos los nuevos casos, no contemplados en la legislación:
– La jornada virtual: la prevista para el trabajo virtual, que suele tener lapsos activos y otros inactivos, y que puede extenderse en distintos momentos de las 24 horas del día;
– La jornada dinámica: es la que ofrece cambios y variantes cuando cambian las condiciones o circunstancias del trabajo, no solo por horarios y temporadas, sino también por hábitos de los clientes, por sus cambios, y por las oleadas de demanda y los lapsos de actividad media o baja;
– La guardia pasiva y la guardia activa: si bien es un sistema utilizado por los médicos y por los servicios de defensa civil o de los bomberos, plantea la superposición de dos modos de disponibilidad, una pasiva donde el trabajador debe estar expectante de que una emergencia lo puede convertir en activo, y la otra, la de la actividad propiamente dicha. Este método se está utilizando también en fábricas o procesos productivos en serie de productos electrónicos, cuando existen emergencias, ausentismo, o demandas extraordinarias de trabajo;
– El sistema de jornada partida: cuando la actividad está dividida en segmentos durante la jornada diaria, con períodos de inactividad o de descanso más o menos prolongados;
– La minijornada laboral diaria y semanal: en actividades que son habituales pero de corta duración, como la estafeta postal en lugares distantes, que solo opera el trabajador por dos o tres horas semanales;
– La jornada variable administrada por el teletrabajador: es aquella que la arbitra el mismo trabajador, dentro de límites legales, en función de los requerimientos, asegurándole el descanso diario, pero acomodando el horario a los requerimientos del servicio;
– La jornada intensiva: es aquella que generalmente se liga a un servicio continuo, y que requiere de pausas y de límites para evitar riesgos del trabajo de naturaleza psicosomáticos;
– La jornada relativa o referencial: es aquella que tiene oscilaciones por un lapso determinado, pero de cumplimiento oscilante, generalmente por requerimiento de los clientes;
– El descanso articulado o modular: es el que se modifica en forma cotidiana, combinando la carga de trabajo, la presencialidad con la virtualidad…” (Lo cortamos acá, pero sigue y sigue…).
Como decíamos, son admirables los esfuerzos de los voceros del capital para catalogar y diferenciar lo que se podría simplificar diciendo: “se trabaja la cantidad de horas que dice el patrón”. Y en definitiva de eso se trata, de aprovechar la desmovilización general de la clase trabajadora durante todos estos años de gobierno peronista y el grave deterioro de sus condiciones de vida por las políticas de ajuste impuestas por el FMI, para que la patronal pueda lograr instaurar una reforma laboral que termine de consagrar su total dominio sobre las condiciones de trabajo y al menor costo posible. La patronal sabe que se encuentra en un momento favorable para ello y apuesta a que el próximo gobierno logre ese objetivo.
Los desafíos de la clase trabajadora organizada pasan por revertir desde lo ideológico este tipo de discursos y enfrentar colectivamente cualquier intento de implementar una reforma laboral con esas características. Las jornadas de lucha de diciembre de 2017 contra la reforma laboral de Macri, son un ejemplo reciente de que la organización obrera puede frenar cualquier intento de reforma laboral flexibilizadora. Para ello resulta crucial reforzar la organización horizontal, independiente y federativa, demostrando a la patronal la fuerza que tiene la acción directa colectiva para imponernos a sus intereses y alcanzar mejores condiciones de trabajo y conquistar una forma diferente de organización social.