8 de Marzo. Como ayer, hoy la lucha continúa.

“Antes de la guerra a veces habían mitines. Las hilanderas (…), que trabajaban en las fábricas, trabajaban tanto como los hombres, pero el jornal era el mínimo, mucho más reducido. Cuando había un mitín algunas de estas mujeres iban y pedían la palabra y los compañeros decían “a fregar los platos”” 
Sara Berenguer – Militante de mujeres libres

El movimiento feminista  [1] se desarrolló de tal manera que fue dando una explicación sobre hechos que creíamos habituales en nuestra vida. Fuimos aprendiendo así que la emancipación política de la burguesía otorgó mayores privilegios a los hombres, sobre todo a los burgueses, y sometió a las mujeres a la exclusión del hogar y a la dominación económica y política que afectó con mayor fuerza a las mujeres de las clases obreras y campesinas. Estas desigualdades no fueron ajenas a nuestro movimiento revolucionario. Detrás de cada compañero que afirmaba querer destruir la economía capitalista había una mujer oprimida. Es por esto que las compañeras que, siguiendo esta crítica, se dedicaron a denunciar estas disparidades sin dejar de lado la construcción colectiva como generador de cambios sociales. Tal es el caso de Teresa Claramunt, pionera de la organización de mujeres en la España católica de fines del S. XIX y principios del XX. 

La actividad era incesante y ya para 1894 organizó un grupo de mujeres anarquistas que desarrolló una intensa actividad política y social para denunciar la situación de injusticia que vivían las mujeres trabajadoras. Tuvo una importante participación como organizadora en la industria textil, liderando sindicatos, huelgas, revueltas e infinitos mítines de labor propagandística que cimentaron cultural y orgánicamente a la histórica CNT (Confederación Nacional de Trabajo) y a Mujeres Libres -organizaciones protagonistas e impulsoras, junto a la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y JJLL (Juventudes Libertarias), de la revolución anarquista de 1936-. 

Para Claramunt la profunda desigualdad que existe entre hombres y mujeres no se debe a causas naturales, sino que es consecuencia de la organización capitalista y de la imposición del estatus del hombre como ser superior -que hoy conocemos como Patriarcado- en donde gobierna el machismo, el poder del clero, la propiedad privada, el látigo del salario y el Estado. En este orden social jerárquico, la mujer obrera es doblemente oprimida, tanto por la dominación masculina como por la opresión del Capitalismo. Se daba importancia al amor libre, es decir, que la mujer y el hombre tuvieran la misma capacidad de tener una relación de pareja y la misma de romperla. Las anarcosindicalistas entendían que la libertad en las relaciones sexuales no podía entenderse sin el deseo sexual de la mujer, que generalmente era prohibido o reprimido. Rechazaron la prostitución, es decir, a la mujer como objeto de deseo sexual, y también a la misma dentro del matrimonio. 

Afirmaban que la mujer no debe esperar que el hombre remedie sus males. Ella misma debe emanciparse a través de la instrucción y la asociación. No obstante, el hombre debe facilitar la liberación de la mujer y no relegarla a un oscuro rincón del hogar, estimulando la participación de las mujeres en las distintas actividades de la vida social. En una conferencia impartida en el Ateneo Obrero de Sabadell (Alicante, España), así aguijoneaba a sus camaradas: “¿No es verdad compañeros que os gusta hablar de unión y de revolución social? Pues bien, si os gusta voy a dirigirme a vosotros, y empezaré diciéndoos: ¿Cómo que en este Ateneo sois más de 300 que os llamáis anárquicos y somos tan pocas las asociadas?, todos tenéis esposa e hijas o hermanas, pues si sois como os llamáis anárquicos, ¿por qué no la traéis a nuestra federación?”.

Su actividad es incesante y en 1907 junto a Virginia Bolten, María Collazo y Teresa Caporaletti, organizan un espacio de divulgación del ideario entre las obreras y mujeres de pueblo, llamado Centro Femenino Anarquista. 

En 1921, funda con mujeres de la provincia de Buenos Aires el Centro de Estudios Sociales Argentino, espacio de debate sobre cuestiones que hacían a la vida privada y pública de las mujeres. En esa instancia nace el proyecto de publicar un periódico anarquista dirigido y escrito por y para mujeres: Nuestra Tribuna (1922-1924). Fundado por Fidela Cuñado, Teresa Fernández y María Fernández en 1922 bajo la dirección de Rouco Buela en la ciudad de Necochea. Su trascendencia fue tal que llegó a ser el único periódico anarquista de tirada internacional escrito y dirigido por mujeres. Las compañeras llevaron a cabo una lucha por desarticular los mandatos sociales y culturales convenciendo a las mujeres de que ellas mismas podían pelear por su emancipación y combatir la ignorancia a la que eran arrastradas. La educación era el principal tema de debate por lo que afirmaban que “Educar para la libertad de la mujer es preparar una generación de libres para vivir la anarquía”.

La llegada a sus compañeros de ideas fue muy resentida, pues muchos repudiaban el anuncio de la autonomía de la mujer y en varias ocasiones quisieron acallar sus voces. Por su parte estas luchadoras siguieron pregonando una emancipación fundamentada en que las mujeres eran igual a los hombres y que su libertad dependía de incorporarse al trabajo asalariado en términos idénticos a través del sindicato como herramienta de lucha. Pues la subordinación de las mujeres era un problema tanto cultural como económico y propusieron articular una nueva moralidad sexual, reorganización familiar y el uso generalizado del control de la natalidad.

Todos estos lineamientos prácticos e ideológicos generan interrogantes para nuestro movimiento:

¿Cómo crear nuevos vínculos sociales en un medio donde la desigualdad es la base de la Organización? ¿Acaso no debemos hacernos cargo de estas discusiones? ¿Que fallas tenemos y como podemos remediarlas?

Compañeras, todos estos hechos nos sirven para entender que es a través de la lucha gremial, el apoyo mutuo, la organización comunitaria, asamblearia y horizontal que construiremos las bases para abolir el Patriarcado y el Capitalismo, y no a través del Estado con su parlamento y sus Partidos. No acabaremos con las jerarquías creando más jerarquías. No acabaremos con la dominación del Patriarcado fortaleciendo una institución como el Estado, que si bien es una estructura posterior a la organización patriarcal de la sociedad, la consolida reproduciendo desigualdades y opresiones. Opresiones expresadas en el trabajo asalariado, la propiedad privada, la militarización de los espacios y trayectos, la destrucción del ecosistema, la mercantilización de las relaciones sociales y el control del cuerpo de la mujer como máquina reproductora de vida y ganancias para la clase dominante. Necesitamos aprender del pasado atravesado por nuestras compañeras y poner nuestras energías en la reconstrucción de nuevas relaciones sociales igualitarias, sin dejar de lado la naturaleza por la lucha económica de nuestra Organización. Pues para destruir al Capitalismo debemos seguir alzando la voz en nuestros lugares de trabajo, defendiendo nuestro ideal como camino de emancipación social. Por todo lo anterior, el feminismo obrero y anarquista se posiciona hoy como un campo amplio de batalla contra el Patriarcado y sus dominaciones. Pues así construiremos colectivamente un mundo libre en igualdad, pero no esa igualdad liberal como seres igualmente dominados por el Estado y el Capital, tampoco esa igualdad entendida como seres ‘idénticos’ unos de otros, sino que como bien sentenció Claramunt, «La igualdad que queremos los anarquistas no es en lo físico, sino en la satisfacción de nuestras necesidades». 

[1] Lo llamaremos feminista a pesar de que las compañeras en esa época no se definían de aquella manera, así mismas se definían como grupo femenino. Por aquellos años era un movimiento abocado a la lucha de derechos democráticos, entre ellos el voto femenino. Pero a partir de los años 70 el movimiento feminista sufrió una serie de modificaciones en cuanto a su discurso, prácticas y modos de enfocar la lucha ampliando su espectro ideológico trascendiendo la limitada lucha de aquellos años.
Sol, docente
Categoría: Análisis
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