A 100 años de la refundación de la Primera Internacional

Entre el 25 de diciembre de 1922 y el 2 de enero de 1923 se realizó el congreso obrero que dio lugar a la fundación de una nueva entidad sindical internacional, la cual tomo el nombre de Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) para dar cuenta de la continuidad del ala federalista y antiautoritaria de la 1ra Internacional, desintegrada en 1881. 

Las intenciones de volver a darle vida a aquella institución cuarenta años más tarde respondió a la evaluación desarrollada por parte de algunas organizaciones sindicales de distintos países. Si bien las expectativas de entablar una mayor relación internacional siempre estuvo en la agenda de ciertas entidades, tanto por los principios internacionalistas con los cuales comulgaban sus promotores como por los beneficios tácticos que acarrearía una defensa coordinada, no fue hasta la década del veinte del siglo XX que no lograron reunir las condiciones necesarias para poder dar nacimiento a una nueva entidad sindical de escala global.

Desde fines del siglo XIX el anarquismo sufrió una dura represión a lo largo de toda Europa, dificultando las tratativas para establecer acuerdos estables entre organizaciones gremiales influenciadas por aquella corriente de pensamiento. Luego, la irrupción de la Primera Guerra Mundial hizo lo propio por postergar las aspiraciones de concretar una mayor coordinación entre los anarcosindicalistas europeos, dificultando las comunicaciones entre diferentes regiones de aquel continente. La Gran Guerra también significó la muerte de la Segunda Internacional por las desavenencias producidas en su interior respecto al conflicto bélico, pero al mismo tiempo, la irrupción de la Revolución rusa modificó el mapa de posibilidades para generar la coordinación deseada por los obreros revolucionarios e internacionalistas.

Mientras todavía se desarrollaba la guerra civil en Rusia (1918-1922) entre quienes sostenían el proceso revolucionario y los antiguos sectores pudientes, los bolcheviques se dieron a la tarea de buscar el apoyo internacional de la clase obrera, al mismo tiempo que postulaban que su gesta política iba a repercutir favorablemente en la expansión de la revolución en otras latitudes del planeta. De hecho, su expansión global sería un requisito indispensable para el triunfo definitivo en Rusia ante las fuerzas reaccionarias. Más allá de las formulaciones propagandísticas de los bolcheviques, los avances organizativos en el plano internacional lograron sus frutos, poniendo en píe la Internacional Sindical Roja (ISR o Profintern) en 1921.

Muchos anarquistas y sindicalistas revolucionarios, aunque con cautela, [1] participaron como delegados del congreso fundacional de la ISR a mediados de 1921 en Moscú, apostando a poder construir una coordinación internacional anticapitalista. Pero el carácter centralista adoptado por los rusos y la estrecha relación que se estableció con los Partidos Comunistas de la Komintern, terminó por alejar a los sectores antipartidarios de aquella experiencia. Es por ello por lo que terminaron por convencerse que su rango de coordinación sería más limitado, pero que solo con aquellas organizaciones que compartieran ciertas premisas básicas podrían establecer lazos solidarios sólidos y sinceros.

Resumiendo lo dicho hasta al momento, no fue hasta experimentar los fracasos de otros intentos de coordinación que los anarcosindicalistas definieron la idea de realizar una convocatoria por su propia cuenta. Bajo ese basamento se dio impulso al Congreso de Berlín en diciembre de 1922.

Las expectativas de integrar una entidad internacionalista seguían presentes entre el proletariado revolucionario, contribuyendo a recibir una buena recepción y que participen del mismo delegaciones de importantes organizaciones sindicales como la USI (Italia), SAC (Suecia), FAUD (Alemania), NAS (Holanda), FORA (Argentina), NSF (Noruega), CNT (España), como también activistas de la minoría revolucionaria de Francia y de emigrados rusos.

La FORA contó con dos delegados, Ángel Orlando, quien viajó exclusivamente para el Congreso, y Diego Abad de Santillán, quien ya se encontraba en Alemania desde hace un tiempo por cuestiones personales. Santillán también fue el representante indirecto de las organizaciones anarcosindicalistas de México, Chile y Uruguay, cuya participación en el Congreso logró expandir el arco geográfico de la nueva entidad internacional al no suscribirse exclusivamente a Europa.

En gran medida el Congreso logró cumplir con la expectativa de los asistentes, se acordaron las bases políticas de la AIT propuestas por Rudolf Rocker y se debatieron las estrategias a desarrollar de forma en común en el futuro. El carácter internacionalista, anticapitalista, antiestatista y reacio a los partidos políticos delimitó el perfil adoptado por la nueva internacional, aunque no por ello se evitaron las discusiones entre posiciones propias del anarcosindicalismo y del sindicalismo revolucionario.

En este sentido cabe recordar que gran parte de la intervención realizada por los delegados de la FORA se orientó a delimitar sus diferencias con ambas corrientes. Al sindicalismo revolucionario se le criticó su mentado apoliticismo, ya que la experiencia de aquella corriente en Argentina había demostrado no tener inconveniente alguno en acercarse a políticos en puestos de poder para facilitar sus aspiraciones gremiales. Un factor compartido por aquella tendencia con el anarcosindicalismo, de la cual la FORA se posicionaba críticamente, era la concepción sobre el rol que deberían cumplir los sindicatos como administradores de bienes y producción en tiempos revolucionarios. Estas diferencias hicieron que la FORA adhiera a la AIT de forma condicional en su primer Congreso, pasando a constituirse como una tendencia propia en su interior (la “forista”) de ahí en más.

Luego de aquel Congreso fundacional, que debió efectuarse de forma semi clandestina y moviendo las sedes varias veces para evitar la intromisión de la policía, la Internacional tuvo un largo trayecto y debió afrontar contexto muy adversos como la Segunda Guerra Mundial, el desprestigio que propagó el “socialismo real” y la imposición de una visión triunfalista de parte del capitalismo tras la caída del Muro del Berlín, tan solo para mencionar algunos grandes hitos que profundizaron la precarización de la vida de los y las trabajadoras alrededor del mundo. 

A lo largo de un siglo de vida la AIT realizó una veintena de congresos y progresivamente fue incorporando más organizaciones sindicales de diversos países. La FORA ha permanecido en su seno durante todo este tiempo, hasta que, en 2018 se produjo una escisión trascendental para su derrotero. La propuesta de esta división fue impulsada por las tres organizaciones más grandes de la AIT compuestas por varios sindicatos en actividad y cientos de afiliados (USI, FAU y CNT). 

Los motivos tuvieron su origen en la incompatibilidad de criterios asumidos por organizaciones que llevaban adelante actividades gremiales cotidianas, en búsqueda de mejoras inmediatas y estableciendo criterios de adhesión amplias para atraer a más trabajadores/as a sus sindicatos; del otro lado se encontraron pequeños grupos de anarquistas con escasa inserción sindical en sus respectivos países que, con el correr del tiempo fueron ganando posiciones dentro de la AIT. Los planteos de estas organizaciones se basaban más en interpretaciones políticas y sesgos ideológicos, que en propuestas tácticas basadas en su propio desarrollo y experiencia.

Fue en 2018 cuando finalmente se concretó la división, dando pie al nacimiento de la Confederación Internacional de los Trabajadores (CIT). Esta entidad recoge los principios y la tradición de la 1ra Internacional, preocupándose por expandir su influencia en los diferentes rincones del planeta para que la clase obrera se organice en pos de luchar por sus derechos laborales, al mismo tiempo que vayan construyendo lazos solidarios que hermanen al proletariado del globo y tomen conciencia de los problemas sistémicos que deben enfrentarse para cambiar esta realidad social.

Recogiendo las enseñanzas de nuestro pasado es que la CIT se constituyó para continuar la lucha sindical internacionalista. Como miembros de esta internacional, nos abocamos al apoyo de las demás organizaciones adheridas, buscando no solo ayudarlas en lo inmediato, sino también expandir la concepción de la solidaridad internacionalista.

Los capitalistas ya han comprendido muy bien que las naciones son fronteras ficticias a las cuales no le guardan ninguna obediencia. Las y los obreros del mundo han tenido en cuenta este asunto hace mucho tiempo, pero por diferentes motivos sus objetivos han sido pospuestos. Es por eso que seguimos y seguiremos sosteniendo que los explotados del mundo somos un solo sujeto social, enfrentados a los explotadores de la parte del planeta que sea. El sostener los espacios de coordinación internacional es nuestro mayor aporte a esta disputa global.

¡Viva el internacionalismo obrero!

[1] En diciembre de 1920 los sindicatos revolucionarios realizaron una “Conferencia preliminar” en Berlín con el fin de debatir la conveniencia de sumarse a la invitación de los soviéticos, y en caso de hacerlo bajo que términos adherir. Por parte de la FORA participó Tom Baker, un antiguo miembro de la Industrial Workers of the World (IWW) que había residido en Argentina un tiempo atrás.
JC
Categoría: Historia
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