«Buscar la solución de los problemas sociales en un acuerdo entre explotadores y explotados -sobre las simples contingencias materiales- es aceptar el fondo de las injusticias históricas.»
Emilio López Arango [1]
Hace un año comenzamos esta nueva etapa del periódico Organización Obrera apostando por la comunicación digital para retomar el camino de la discusión pública de las ideas destinadas a la consolidación de un sindicalismo capaz de defender los intereses de clase de lxs trabajadorxs.
El sindicalismo contemporáneo en Argentina está actualmente capturado por un modelo corporativo que tiene su origen en la confluencia de sindicatos conducidos políticamente por partidos autoritarios y una concepción de la unidad de clases que instaló la vía de la conciliación bajo la fantasía de un Estado protector. Esa amalgama llegó a consolidar el modelo sindical argentino bajo la conducción de un general que supo acomodar la influencia del fascismo italiano y el corporativismo español a la idiosincracia local de los años 40.
Como ocurre con tantas otras cosas, lo que nos toca vivir se nos hace natural, como si las cosas hubieran sido siempre así. En el caso del sindicalismo se ha naturalizado la estructura vertical de la representación política. De hecho, esa representación es incluso pre-democrática, en el sentido en que las autoridades sindicales, más allá de los delegados de planta, no suelen ser electas de forma directa por lxs trabajadores del gremio. Incluso se ha naturalizado algo tan llamativo como es que un secretarix pueda ser consideradx como una autoridad. Sin ir más lejos esa es, precisamente, la definición clásica de burocracia.
Lejos de naturalizar un sindicalismo conformado sobre representaciones políticas y ligado a intereses distintos a los del gremio que lo conforma, la FORA promueve un sindicalismo libertario en el que la orientación de los sindicatos, así como todas las decisiones de la actividad gremial, estén determinadas por lxs trabajadorxs, en asamblea, sin dirigencias ni representaciones que los desplacen de las definiciones sobre su propio destino.
En la vida cotidiana, el trabajo pesa sobre la espalda de cada unx de nosotrxs a tal punto que somos tentadxs a eludir cualquier actividad que no sea estrictamente obligatoria o que no esté ligada a las demandas de la patronal, delegando en otros la lucha por nuestras propias condiciones de trabajo. Somos tentadxs a creer que una negociación paritaria resuelta en una mesa chica y secreta por dirigentes y patrones puede llegar a resolver en buenos términos el antagonismo entre lxs dueños del capital y lxs dueños del trabajo. Pero tarde o temprano (y más temprano que tarde) la pérdida del salario y el aumento del costo de vida, la precariedad en las condiciones de trabajo o el despido, aparecen para recordarnos que ese antagonismo es permanente y estructural, y que no hay negociación posible que pueda conformar al lobo y al cordero.
Eso se ve también en las formas “fluidas” de contratación que al esquema tradicional del empleo le quitan la protección institucional del derecho laboral para facilitar el despido, hacernos cargo de nuestros propios gastos laborales e incluso del aporte de herramientas, desde la moto hasta el teléfono, desde la silla a la compu, etc. ¿Qué paritarias puede hacer unx trabajadorx temporarix o unx freelance? ¿A quién le reclama las vacaciones o la licencia por maternidad o paternidad unx monotributista? El derecho laboral es una fantasía bien conseguida por quienes pretenden esconder, bajo la alfombra del Estado, la más clásica explotación del trabajo ajeno.
Y todo esto en el caso en el que haya trabajo, en el caso de tener por lo menos una bici o una moto, teléfono y conexión wi-fi. En la sociedad hiperconectada de los trabajos virtuales, la desconexión es cada vez más frecuente y más estructural. Lxs capitalistas están más dispuestos a financiar un Ingreso Básico Universal que a aumentar el salario y reducir la jornada. ¿Cuál es la paritaria de lxs desconectadxs?
Actualmente, las organizaciones políticas canalizan estas demandas y necesidades a través de grandes movilizaciones y acampes financiados por mecanismos prebendarios y clientelares que tienen la función de generar poder político para lxs dirigentes pero no la de transformar la estructura económico-social que es la causa de semejante catástrofe.
Esta es la consecuencia de un modelo sindical autoritario que abrazó la fantasía de la conciliación de clases y que subordinó la lucha obrera a las estrategias políticas de aspirantes a gobiernos o imperios transnacionales vestidos con la piel del socialismo. Un sindicalismo que renuncie a la revolución es un sindicalismo destinado a domesticar a lxs trabajadorxs y a ponerlos en función de intereses ajenos. Y una revolución que renuncie a la autodeterminación de lxs trabajadores es una renovación de la miseria, un dar vuelta la tortilla que inventa unx oprimidx en nombre de la lucha contra la opresión.
Es por todo esto que el vínculo del sindicalismo con el anarquismo es una necesidad histórica actual como lo era ya hace 200 años. El sindicalismo es la herramienta propia de lxs trabajadores para defender sus intereses desde que la industria transformó las relaciones sociales al punto de crear una clase obrera, diferenciada material y simbólicamente de la servidumbre medieval, y antagonista de los dueños del capital. Y el anarquismo es el cuerpo de ideas que se consolidó en el seno de un movimiento obrero que se fue creando a sí mismo como rebelión contra la división de clases.
Desde una perspectiva libertaria, el primer interés de la clase obrera es la abolición de las clases. Desde esta perspectiva, el destino de todo sindicato es su desaparición, porque su victoria consiste en abolir las causas que le dieron sentido.
En otros tiempos los debates de la prensa obrera estaban atravesados por controversias ideológicas entre distintas tendencias que buscaban organizar la lucha de clases en una u otra dirección. Actualmente los debates no existen. Todo lo que hay es la reivindicación de intereses políticos. Todo se escribe y se lee como si la organización obrera fuera natural y ya estuviera creada, como si se tratara de un lugar establecido de antemano, ocupado por la representación política de dirigentes sindicales que, a espaldas de lxs trabajadorxs o legitimándose con asambleas amañadas, pretenden dirigirnos como corderos al corral y conformarnos con algo de pastura.
En contra de las ambiciones de los pastores del sindicalismo, la FORA persevera en promover la organización para la emancipación social. A un año de la edición digital de este periódico, y en medio de una catástrofe social que nos alerta con urgencia, renovamos los esfuerzos permanentes destinados a la consolidación de la Organización Obrera, a la más genuina organización obrera, que es la que se nutre de la horizontalidad en asamblea, de la acción directa, de la solidaridad y de la libertad; nutrientes que supo aportar y recibir del anarquismo en una reciprocidad indisoluble.
Pensar un sindicalismo sin darle lugar a las ideas que el anarquismo le imprime es pensar en un sistema de poder al servicio de la conciliación de clases. Y pensar un anarquismo sin darle lugar a las luchas sindicales es pensar en una filosofía vana o en ideas sin sustancia. El desafío de siempre, de ayer y de hoy, es consolidar un movimiento obrero que avance hasta la destrucción de las causas de su propia miseria. Atacar las consecuencias sin atacar las causas es lo que venimos conociendo hasta el punto de haberlo convertido en natural. Es tiempo de mirar hacia adelante y retomar el camino genuino de la organización obrera.