Créditos de la imagen: Domingo Candia (1919) "Las Lavanderas".

Delantales, uniformes y guantes de goma: Reproducción para la producción

Nosotras somos trabajadoras del hogar, porque cumplimos  un trabajo que es muy importante. Porque sin nosotras, las señoras que son profesionales no podrían trabajar,  porque tendrían que atender sus casas. Entonces nosotras ayudamos mucho a la producción. Para defender eso es que tenemos nuestros sindicatos.  (…) Nosotros lo que queremos es que, cuántas más participantes haya en la organización mejor, porque así van conociendo sus derechos y van preparándose.
Basilia Catari Torres  [1]

Contar sobre las tareas/trabajos/profesiones de cuidados en el modelo capitalista significa recordar historias de vida como la de Basilia. Sin lugar a duda, el debate sobre quiénes (y en qué condiciones) realizan trabajos que asisten a la continuidad del modelo productivo ha cobrado una cierta circulación durante la pandemia. Pero que el debate exista no siempre significa que las decisiones sobre su regulación partan de la organización de lxs trabajadorxs. En líneas generales, quedan al mando de algúnx bienaventuradx que desea sumar rédito político o puntos frente a los jefes, tal vez y con algo de ayuda de su hada madrina, una candidatura. 

La Organización Internacional del Trabajo – OIT (2004) define el término trabajo como el conjunto de actividades humanas, remuneradas o no, que producen bienes o servicios para una economía, satisfacen las necesidades de una comunidad o proveen los medios de sustento necesarios para los individuos. Empleo, en cambio, es entendido como el “trabajo efectuado a cambio de pago (salario, sueldo, comisiones, propinas, pagos a destajo o pagos en especie)” evitando considerar la relación de dependencia (OIT 2004). De las definiciones presentadas podemos deducir que un modo de “medir” aquellos bienes que intercambiamos en el mercado es cuantificando el tiempo que lleva producirlos. El asunto es que hay trabajos que no producen bienes de consumo, sino que asisten al cuidado de quiénes producen o producirán en el futuro. Esas tareas que guardan un estado de precariedad, no sólo en las condiciones de contratación y paga sino también de trabajo, requieren un análisis donde herramientas renovadas entren en la arena para que quiénes se inscriben dentro de esos campos ocupacionales no queden invisibilizadxs del panorama global de lxs trabajadorxs. 

A la definición del trabajo propuesta por la OIT, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2007) realiza una distinción entre aquel que es productivo y el que sirve para la reproducción. Para el organismo, el trabajo productivo es aquel que produce bienes o servicios, que tiene valor de cambio y genera ingresos tanto bajo la forma de salarios como mediante actividades comerciales, agrícolas y comerciales. El reproductivo, en cambio, es entendido como el conjunto de tareas necesarias para garantizar el cuidado, bienestar y supervivencia de los integrantes del hogar. Cuenta con dos niveles:

  1. Reproducción biológica: gestación, parto y lactancia. 
  2. Reproducción social: mantenimiento del hogar, crianza, educación, alimentación, organización y cuidado de las personas que integran un grupo social (CEPAL, 2007)- 

Históricamente, estas tareas de cuidado reproductivo estuvieron a cargo de las mujeres. Hecho que configuró fuertemente las escalas salariales, el ingreso a los campos profesionales  [2], la posibilidad de promoción en el campo del trabajo, de descanso y acceso a bienes de la cultura en general. 

Martelotte (2018) refiere que el cuidado tiene tres componentes: 

  1. Directo. Atención de terceros. Ejemplo: infancias, adultos, personas con patologías crónicas. 
  2. Indirecto. Aquel requerido para cuidar de terceros. Ejemplo: traslados, organización del espacio donde se vive, etc.   
  3. Autocuidado. Contar con tiempo propio para el cuidado de la propia salud, bienestar y tiempo libre. 

La autora sugiere que el cuidado interviene en una dimensión simbólica (estimulación, cariño, autoestima) y material (tiempo, esfuerzo y competencia), arribando a la conclusión que, dadas estas características de este, se constituye un trabajo (Martelotte, 2018). Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos – INDEC (2021)  [3] en la Ciudad de Buenos Aires la tasa de participación y uso del tiempo en actividades de trabajo doméstico no remunerado (mayores de 18 años) es del 74.2% (4.3 horas promedio), y si se desglosa por sexo, arroja que las mujeres tienen una participación del 88.9% (6.4 horas) versus los varones que cuentan con un 57.9% (equivalente a 3.04 horas). Sin embargo, las condiciones de permanencia y contratación no son las mismas  [4].  Existe una presión por las tareas vinculadas al cuidado que se adiciona a la necesidad productiva de un sistema alienante. 

“La lectura es que la jornada laboral en esa ciudad es eterna. Los hogares están cambiando pobreza de ingresos por pobreza de tiempo” (Esquivel, 2015). 

El presente estado de cosas y la posibilidad de contar con guarismos actualizados ha permitido que el poder político vernáculo viera las demandas como una ventana de posibilidad. Es así como surge el proyecto de ley enviado por el ejecutivo cuyo título versa “Cuidar en igualdad” (2022). Una clara maniobra de burocratización del modo en que las comunidades gestionan y recirculan los cuidados bajo el manto de un merchandising atractivo y discurso de equidad.

Su eslogan es “hacia el reconocimiento de los cuidados como una necesidad, un trabajo y un derecho para un desarrollo con igualdad para todas, todes y todos”. Básicamente promueve la creación del SINCA (Sistema Integral de Políticas de Cuidados de Argentina), un sello de goma maquillado como herramienta para mostrar que “invertir en cuidados es una estrategia inteligente para el desarrollo y tiene un efecto multiplicador en la economía” (Ministerio de las mujeres, género y diversidades/Ministerio de Trabajo, 2022). Pareciera que luego de la pandemia nos avivamos de que las tareas no remuneradas pesan sobre los estratos de trabajadorxs que más precarizadas ven sus situaciones de vida. En este punto repica en nuestra memoria el constructo propuesto por Segato de “minorización” (2016) o disciplinamiento de las fuerzas que operan por fuera de la política. Así como fuerzas de cohesión químicas se incorporan derechos a ser regulables por el estado y se destinan fondos, trámites, oficinas y burócratas para contener el emergente social. Cuento conocido: las bondades que surgen frente a la dependencia de esa maquinaria que todo lo puede, requerir al amo bueno como estrategia de supervivencia. También significaría una suerte de cuantificación (y posterior remuneración) frente a aquello que se realiza (salvo que consideren la definición propuesta por la OIT a rajatabla y sea un maquillaje barato). 

El proyecto refiere una cobertura de 8 millones de personas (no es necesario sacar la calculadora para ver el vínculo alcance – inversión, conversión que cualquier administradxr de un hogar realiza de manera cotidiana). Gran caja de Pandora que abarca desde licencias hasta la promoción del trabajo no remunerado, obligando al Ejecutivo a la confección de estadísticas (registro nacional de trabajadorxs del cuidado remunerado) con el fin de “facilitar la instrumentación de las políticas antes mencionadas” (Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad/Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, 2022:9).

¿Cuál sería el alcance de una norma que pareciera entender la reproducción social como un todo (Fraser,2018)? ¿Perdería el cuidado su carga como responsabilidad social y colectiva? ¿Tiende esta norma a romper las redes existentes de cuidados comunitarios para una propuesta basada en el individualismo y la situación particular de cada quién (lógica sectorial)? Carecemos de la posibilidad de saber a ciencia cierta si es mero voluntarismo electoral, discurso empalagado o voluntad de aumentar el control social en prácticas que por momentos parecen hermanarnos con el resto de los seres que cohabitan con nosotrxs. Poco o nada queda en concreto vinculado a las carencias cada vez más urgentes de quiénes día a día se dedican a los cuidados de reproducción. 

Basilia y sus compañeras se organizaron. Denunciaron la situación en que vivían las mujeres del campo y la ciudad. Buscaron alternativas desde la base. Las echaron, criminalizaron, persiguieron, minorizaron, coparon el sindicato que tanto empeño les había costado lograr. Nadie dice que la pelea sea justa o beneficie a las bases. 

Pero tal vez lo que se encuentre en riesgo y valga la pena consolidar es la habilidad para hacer “micropolítica” (Rivera Cusicanqui, 2018): práctica multiforme, tentativa y con altibajos. Esa recreación y reinvención de las huellas del pasado que nos permite vislumbrar la emancipación futura. 

Organizarnos para que no nos quiten eso: la posibilidad, en nuestros términos, de una emancipación futura.

Referencias

Catari Torres, B. (2022). De Chualluma he venido. Mujeres Creando: La Paz, Bolivia.  

Comisión Económica para América Latina y el Caribe – CEPAL (2007). Panorama Social de América Latina, Santiago de Chile. 

Esquivel, V. (2015). El tiempo, la dimensión invisible de la pobreza. Disponible en: https://youtu.be/yqjw3k3gWqU 

INDEC (2021). Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT). Disponible en: https://www.indec.gob.ar/indec/web/Nivel4-Tema-4-31-117 

Levaggi, V. (2004). ¿Qué es el trabajo decente? Sala de prensa OIT. Disponible en: https://www.ilo.org/americas/sala-de-prensa/WCMS_LIM_653_SP/lang–es/index.htm#:~:text=El%20Tesauro%20de%20la%20Organizaci%C3%B3n,sustento%20necesarios%20para%20los%20individuos

Martelotte, L. (2018). La reorganización social de las tareas de cuidado: la revolución pendiente. En: Arduino, I. et.al. (2018). Aportes de la Economía Feminista desde Argentina. Análisis, 27. Pp. 12-16. Friedrich Ebert Stiftung: Buenos Aires, Argentina. 

Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad/Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (2022). Proyecto de Ley “Cuidar en Igualdad”. Disponible en:  https://www.argentina.gob.ar/generos/proyecto-de-ley-cuidar-en-igualdad#:~:text=Hacia%20el%20reconocimiento%20de%20los,Pol%C3%ADticas%20de%20Cuidados%20en%20Argentina

Rivera Cusicanqui, S. (2018). Un mundo ch´ixi es posible. Ensayos desde un presente en crisis. Tinta Limón: Buenos Aires, Argentina. 

Segato, R.L (2016). La guerra contra las mujeres. Traficantes de Sueños: Buenos Aires, Argentina.

Wainerman, C. y Binstock, G. (1995) «2. La feminización de la enfermería argentina». En Palabras del silencio. Mujeres latinoamericanas y su historia (259-283), comp. Marta Moscoso. Ecuador: UNICEF.

[1] Basilia Catari Torres (Chualluma – Bolivia) fue cofundadora de la Federación Nacional de las Trabajadoras del Hogar de Bolivia (FENATRAHOB). Dedicó toda su vida al sindicalismo, elaborando el proyecto de Ley 2450 (Regulación del trabajo asalariado en del Hogar). Basilia murió sumergida en la pobreza. Gracias a Mujeres Creando sus palabras no han quedado en el olvido, así como su lucha honesta, de base, humilde y solidaria.  Basilia no pudo ver la reglamentación del artículo 9 de la ley que impulsó (seguro de salud) la cual le hubiese permitido acompañar a sus compañeras un tiempo más, el cual fue reglamentado recién en el 2021 por el MAS luego que el sindicato se lo pidiera durante 14 años a Evo Morales.
[2] Un caso excepcional a la afirmación es la Profesión de Enfermería en la Ciudad de Buenos Aires, disciplina que no nació femenina, sino que se constituyó (Wainerman y Binstock, 1995).
[3] Encuesta Nacional del uso del tiempo, datos 2021.
[4] Ver testimonio de Valeria Edelsztein (minutos 21.20 al 21.44) en Pioneros: Cecilia Grierson – Canal Encuentro (2018). Disponible en: https://youtu.be/0t6Fjonl0DM
Ursula – SROV Capital
Categoría: Gremiales
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