“Ideario” de Emilio López Arango

Las páginas amarillentas de la historia nos transportan a hechos memorables. Nos acercan a curiosidades dignas de remontarse tiempo atrás, ya faltas de vida; carentes de vitalidad sería el sentimiento, la normal sensación de cualquiera que leyera algo de casi un siglo atrás, y más aún al tratarse de cuestiones sociales que parecerían no ser de nuestra época, aunque sí, sigan siendo parte de nuestra realidad.

Pero al releer el pensamiento de Emilio López Arango, no es esta la sensación pues sus escritos resultan de una vitalidad imperecedera, que en lo que hace a la lucha libertaria en el seno del movimiento obrero resultan de importante actualidad.

Nuestro país contó, a partir de la afluencia de inmigrantes europeos y de la creación de los primeros gremios, con más de cincuenta años de predominio de organizaciones de trabajadores sinceras y consecuentes con su prédica revolucionaria, aspirantes a la transformación de la sociedad en su conjunto. Quienes intentamos retomar estas prácticas sabemos que la lucha contra el capital sigue vigente, y lo seguirá hasta que la injusticia que azota a los pueblos quede abolida.

Según los tiempos históricos lo indiquen, esta lucha puede cobrar mayor o menor fuerza organizativa e imprimir una conciencia temporaria o más globalizadora del asunto. Y ya que es inherente al humano el sentimiento de rebeldía ante la injusticia, las formas que se adopten en este camino son los que determinarán la moral de los trabajadores revolucionarios y sus ambiciones para el porvenir de la sociedad.

Los medios de acción elegidos crean las posibilidades de concreción de los fines. Y lejos de adoptar un pragmatismo ocasional, al ser el objetivo buscado la liberación del hombre en cuerpo y alma, de la opresión sufrida por la ambición humana, la lucha no se puede detener por haber logrado conquistas parciales. Estaba en claro que los medios utilizados para combatir nunca pueden transformarse en un fin en sí mismo.

Nuestro movimiento, el cual puede remontarse a los inicios de la Primera Internacional, y de la cual, orgullosamente somos herederos directos, buscó siempre un cambio radical, la sustitución completa de este orden social, en el cual unos pocos viven a costa del resto de la población. La explotación del hombre por el hombre es el objetivo a abolir a manos de todo revolucionario.

Nosotros, como joven agrupación de trabajadores, no podemos más que tomar estas heroicas demostraciones de lucha y entrega, y aprovechar su experiencia. No buscamos repetir ni imitar, pero tampoco podemos permitir que caiga en el olvido toda una parte de nuestra historia, la del movimiento obrero internacionalista.

Bajo nuevas circunstancias, pero con la misma convicción revolucionaria, reimpulsamos la F.O.R.A. Lamentablemente, es sabido que en el transcurso de la historia los intereses legítimos de los trabajadores fueron manoseados y degenerados por corrientes regresivas para el pensamiento y la integridad del individuo, creando una gran apatía en el ámbito de la lucha sindical y una desmoralización, tras la pérdida de valores tan básicos como la solidaridad con los compañeros de trabajo, llevándonos a la situación actual.

Emilio López Arango fue en su tiempo un activo actor de esta lucha social. Ya dentro de su gremio de panaderos, adherido a la F.O.R.A., se encargaba de apuntalar su visión del movimiento en el órgano de su gremio “El Obrero Panadero”. Luego, producto de la claridad que poseía para manifestar sus ideas pasó a formar parte de la redacción del periódico anarquista “La Protesta”, función que cumplió hasta el día de su muerte a manos de quienes se sintieron heridos por su sinceridad revolucionaria.

Sus escritos, producto de su militancia, publicados en distintos medios del movimiento obrero de influencia anarquista fueron recopilados por los compañeros de la F.O.R.A. allegados a él como una muestra de agradecimiento por su incansable colaboración, siendo publicado por primera vez en el año 1942 por Ediciones A.C.A.T. (Asociación Continental Americana de Trabajadores)

Son las líneas de Arango una aclaración que no pierde valor a través del tiempo dada su simpleza para expresar sus ideas, capaz de discernir ante las corrientes “innovadoras” del movimiento obrero de su tiempo, que ningún fin progresista perseguían, y capaz de poner un freno, apelando a su moral, a las acciones irresponsables cometidas por quienes se reivindicaban anarquistas y que realizaban actos que escapan a cualquier sentimiento humanitario.

Emilio fue un compañero de la F.O.R.A., un propagandista, un agitador, que al igual que tantos otros le han dado cuerpo a la organización, dejando también su espíritu altruista a disposición de las ideas que esgrimía con su pluma, y que mantenía con su accionar.

Nuestro compañero estaba lejos de ser un intelectual, y no justamente por falta de habilidad interpretativa, sino por el hecho fundamental de que este era un verdadero “hijo del pueblo” que no se separó jamás del movimiento obrero al cual se dirigía y al cual pertenecía.

No planificó el rumbo que debían tomar los trabajadores en sus luchas, sino que manifestó enérgicamente su postura, basada en la experiencia de la lucha y en su análisis de la situación acerca de cómo las organizaciones obreras debían resistir a los intentos de absorción propiciados por el Estado (en aquellos tiempos, con la intención de legalizarlos dentro de su Departamento Nacional de Trabajo). Abogó una y otra vez por mantener viva la llama de la rebeldía en los trabajadores ante las corrientes reformistas e individualistas, que argüían por la acción legalista unos, y por una irresponsabilidad desesperada, junto al rechazo de organizarse los otros.

He aquí nuestro homenaje a su obra. He aquí la apropiación que hacemos de sus escritos como herramienta de lucha para afrontar nuestra realidad.

Pese a los años transcurridos, las ideas de libertad a las que aspiramos nosotros no han caducado, no tienen un determinismo cronológico. Son más bien nuestros enemigos quienes han variado, erigiéndose a través del autoritarismo se han transformado constantemente camuflándose de pueblo. Nosotros no.

Sostenemos nuestros principios más allá de todas las leyes que nos han impuesto para doblegarnos. La libertad de asociación, la fraternidad y el espíritu combativo no son negociables.

¡Salud y Libertad!

Fuente: Prólogo. Ideario, Del Pensamiento Anarquista en el Movimiento Obrero. 2a ed. – Buenos Aires. Ediciones FORA, 2013.

JC
Categoría: Reseñas
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