Se acerca el Primero de Mayo tras un año muy difícil para la clase trabajadora, en el que cada vez sectores más amplios de la población están teniendo dificultades para llegar a fin de mes. La crisis que arrastra el sistema capitalista se agudiza y, como siempre, los trabajadores somos quienes pagan las consecuencias. A la precariedad laboral, el paro y las dificultades para el acceso a la vivienda, se suma la subida de los costes de vida y continuos recortes. Situación que se traduce en un aumento de la dificultad de acceso a recursos indispensables como la energía, la alimentación, la salud y la educación.
La pandemia por COVID ha provocado graves consecuencias económicas y sociales, pero éstas no se pueden descontextualizar de la crisis en la que venía inmerso el sistema capitalista. Su constante necesidad de acumulación y consumo de recursos está generando un impacto negativo en el planeta, con señales alarmantes.
Ante esta grave coyuntura, los gobiernos reaccionan como siempre lo han hecho: aumentando el control social, limitando las libertades de la clase trabajadora, militarizando la sociedad, recortando en gastos sociales e iniciando guerras; actuaciones que solamente benefician a las élites capitalistas y cuyas consecuencias siempre las sufre el proletariado de todo el mundo.
El Primero de Mayo es una fecha muy importante para el movimiento obrero, porque con su dignidad y con su vida los mártires de Chicago grabaron en la historia valores que han movido a la clase trabajadora. Ellos y ellas nos vuelven a recordar hoy que, frente a la explotación nuestra respuesta es el apoyo mutuo y la organización colectiva; frente al racismo, el imperialismo y la guerra, la única vía es el internacionalismo proletario. Frente al autoritarismo y el patriarcado nos hemos de oponer con anarcosindicalismo, feminismo y asamblearismo.
Sin importar las siglas o denominaciones, la esfera gobernante, una vez más, traiciona a la clase trabajadora.
Donde dicen ‘derogo’ significa ‘retoco’, para que parezca un cambio, pero sin que las trabajadoras y trabajadores mejoren sus condiciones de vida, convirtiéndose en una maniobra para reforzar las posiciones de la patronal. La llamada Ley Mordaza sigue ahí reprimiendo cualquier protesta, y multitud de familias se encuentran desahuciadas.
Tomemos por caso los sistemas de contratación. Si el 40 % de los contratos indefinidos anteriores a la reforma laboral duraba menos de un año, con la nueva regulación la vigencia media de los contratos indefinidos bajará más. También crecerá el número de despidos, y la precariedad quedará ‘maquillada’ por los nuevos contratos fijos discontinuos. Seguimos esperando que las empleadas del hogar sean trabajadoras de primera, como merecen; ya sea a través del prometido Convenio 189 o incluyéndolas en el Estatuto de los Trabajadores, donde siempre deberían haber estado. Tampoco olvidamos la salud laboral y los accidentes laborales, que no paran de crecer y aparecen en nuevos sectores. Y las pensiones: se sigue sin dar marcha atrás a los mecanismos que hacen que cada vez estén más lejos y menos aseguradas las pensiones, ya que se rescatan bancos y empresas pero no los derechos adquiridos de la clase trabajadora.
En estos momentos, un reto trascendental para el movimiento obrero es hacerse oír, tomar conciencia de clase y contrarrestar la oleada de movimientos nacionalistas, autoritarios, racistas y patriarcales. Basta ya de blanqueamiento de los medios de comunicación y pactos entre partidos políticos. Tenemos que organizarnos al margen de las instituciones del estado: desde abajo, en el barrio, en el trabajo, en el sindicato, por la Justicia Social, el reparto de la riqueza y la abolición de las fronteras, para que nadie se vaya quedando atrás.
Este es el camino que ha escogido CNT y, por este motivo, este Primero de Mayo saldremos a la calle.
Este Primero de Mayo ¡nos van a oír!