Hoy no es feriado

Desde 1890, que fue la primera vez que el 1º de Mayo se conmemoró en la región argentina, las distintas corrientes ideológicas del movimiento obrero han seguido caminos también distintos respecto a la concepción de su sentido y de su tradición. Lxs trabajadorxs de Argentina fueron lxs primerxs de América en conmemorar la fecha en sintonía con la proposición del congreso obrero de París del año 1889, y, más allá de las estrategias antagónicas de los distintos sectores, siempre le han dado un carácter de lucha o de reivindicación, pero no de fiesta, como sí lo tuvo en otros países que poco a poco comenzaron a incorporar la fecha obrera. Al menos así fue hasta la década de 1930 cuando el Estado capturó las ideas autoritarias del propio movimiento y convirtió la rebelión internacional en orgullo patriótico y de clase.

Luego de aquella primera ocasión, en la que un movimiento obrero cada vez más organizado realizó una manifestación conjunta, las diferencias entre las distintas tendencias se fueron poniendo de manifiesto en actos separados, con reivindicaciones distintas. Mientras que las tendencias autoritarias buscaban en la vía política y en la autoridad pública alguna clase de tutelaje para que la clase obrera se integrara en un capitalismo democrático obteniendo alguna concesión, la tendencia libertaria perseveró en la acción directa y en la lucha sindical para mejorar las condiciones de vida de la clase obrera, sin cejar en la lucha contra el capitalismo en virtud de la emancipación humana y en contra de cualquier forma de explotación.

Una de las causas más importantes de las luchas obreras de aquella época y que convocaba a todxs lxs trabajadorxs del mundo era la jornada de 8 horas. Ésta reivindicación era la principal consigna y la causa de la revuelta de Chicago, Estados Unidos, y de su bestial represión, el 4 de Mayo de 1886, en la plaza de Haymarket. Esa jornada fue la excusa del proceso posterior, ya conocido por todxs y ampliamente documentado, que tuviera dolorosamente y admirablemente por protagonistas a quienes fueran luego reivindicados como los Mártires de Chicago.

En 1889 el congreso obrero de París de la Segunda Internacional, de tendencia socialdemócrata, recupera aquella gesta de Chicago y la proyecta como mensaje a todas las organizaciones obreras del mundo en la conmemoración del 1 de Mayo como jornada de lucha y reivindicación. La respuesta internacional es inmediata. En argentina la conmemoración del 1 de mayo de 1890 ha sido también el puntapié de un proceso que acabará fundando, en 1901, la Federación Obrera Argentina, renombrada luego como Federación Obrera Regional Argentina, organización que ha promovido históricamente la emancipación de lxs trabajadorxs en la región, y  lo sigue haciendo hasta la fecha.

La exigencia de la jornada de 8 horas se convirtió así en la reivindicación universal de lxs trabajadorxs desde las últimas décadas del siglo XIX, motorizando las demandas más firmes de las sucesivas huelgas, como la de 1919 en los talleres Vassena, que fuera un punto de inflexión en la historia del movimiento obrero local.

Hacia fines de la segunda década del siglo XX, la conflictividad social iba en aumento. Lxs trabajadorxs, sistemática y permanentemente expoliadxs y perseguidxs, recuperaban la capacidad de organización y con ella aumentaba capacidad de acción, al punto de poner en crisis la estructura política de un país en pleno desarrollo económico. En aquel contexto, y luego de incontables represiones criminales, grandes huelgas y algunas respuestas vindicativas, el Estado incorporó en su normativa la celebración del 1 de Mayo como feriado nacional.

Convertir el día de lucha en un día feriado no es una estrategia menor. La reivindicación de la clase obrera como una identidad a celebrar sólo tiene sentido en el modelo de conciliación de clases que piensa en el sindicalismo como una institución permanente de un capitalismo eterno. No se puede estar orgulloso de ser trabajadorx cuando el trabajo es la institución primaria de un sistema esencialmente injusto. El trabajo no dignifica a nadie: la dignidad de un pueblo se halla en la justicia, y no en la desigualdad. Y no se puede festejar nada respecto del trabajo cuando esa injusticia se afianza cada día más en una sociedad que normaliza el trabajo asalariado y lo integra en una supuesta libertad económica asociada a una bestial concentración de la riqueza.

La historia del 1º de Mayo no es únicamente la historia de la revuelta de Haymarket y de los Mártires de Chicago, que en 1886 se rebelaron contra el capital y fueron apresados, torturados y algunos de ellos asesinados por un sistema judicial democrático. Es también, y principalmente, la historia de las causas de aquella revuelta y de las decisiones que ellos tomaron, hace ya casi un siglo y medio, para organizarse y luchar en contra de la injusticia del sistema económico y en favor de la mejora de sus condiciones de vida. Es la historia de la jornada de 8 horas como reclamo emblemático en el contexto general de un internacionalismo obrero anticapitalista. Y es la historia de la solidaridad obrera internacionalista que transformó la represión de una revuelta en la multiplicación de mil revueltas en todo el mundo.

Actualmente la ilusión de la fiesta y del descanso convive con el retroceso de las conquistas que una perseverante lucha de la clase obrera ha logrado conseguir. Hoy estamos ante la desregulación de la jornada laboral en la figuración de una fluidez del trabajo “descentralizado”, del homeworking y de las “economías colaborativas”. Hoy la falsa idea del precio justo del trabajo convive con la jornada rotatoria, con la jornada mixta o flexible, o los más variados recursos destinados a exprimir al máximo el esfuerzo productivo del/la trabajador/a para multiplicar la rentabilidad del empresario. Y esto ocurre al mismo tiempo en que la tradición sindical del movimiento obrero se ha perdido mientras que lxs trabajadorxs nos acostumbramos a sospechar del sindicato y a aceptar las condiciones como si fueran naturales, justificables o necesarias.

La resignación de lxs trabajadorxs, abandonando el concepto de clase y abandonando la sindicalización para convertirla en una especie de agencia de servicios que negocia con la patronal “en nuestro nombre”, es el principal obstáculo que tenemos para combatir la explotación y la expoliación de la clase obrera. Actualmente hay gremios que no conocen el límite legal de las 8 horas de trabajo. La imposición de horas extra se ha vuelto una práctica permanente en innumerables unidades productivas. Si no es por convenios laborales contrarios a los intereses de lxs trabajadorxs, o por extorsión sindical o patronal, es por la presión de una pérdida permanente del salario real, pero el resultado concreto es que la jornada de 8 horas es más un concepto abstracto del derecho laboral que una realidad material que permita que lxs trabajadorxs puedan disfrutar de 8 horas de ocio y 8 horas de descanso con el ingreso obtenido por 8 horas de trabajo en condiciones medianamente aceptables.

En tiempos de una cuarta revolución industrial, con una capacidad tecnológica nunca antes vista que permitiría optimizar el trabajo humano al punto de garantizar la vida con un esfuerzo cada vez menor, estamos conociendo, por el contrario, una concentración cada vez más brutal de la riqueza a nivel internacional y una creciente precarización de las condiciones de trabajo. El paradigma de la productividad y del desarrollo permanente empujan a la clase obrera a resignar sus ya insuficientes conquistas para financiar la supervivencia.

En este contexto no podemos aceptar sin más que el 1º de Mayo se convierta en un feriado como si se tratara de una fecha patria, un ícono del Estado y de la Nación, una jornada de reivindicación identitaria en la que deberíamos estar orgullosxs de ir a trabajar para el patrón, o de servir desde nuestras casas, con nuestras herramientas y nuestro esfuerzo, al enriquecimiento sistemático de las grandes corporaciones. Vivimos enlatadxs en trenes y colectivos durante cuatro horas diarias para entregar otras 12 en la tarea de la cual no tenemos control, decisión ni aprovechamiento ninguno, y por la que recibimos una retribución que se disuelve en el alquiler, el alimento y el vestido, consagrándonos al eterno retorno de rodar la rueda del hamster para el enriquecimiento ajeno. ¿Cuál es la dignidad? ¿Qué es lo que estamos festejando?.

Hoy es 1º de Mayo. Hoy es un día de lucha, de encuentro y de convocatoria para que el esfuerzo común esté destinado, alguna vez, al beneficio común. Hoy es un día en el que lxs trabajadorxs abandonamos las tareas del trabajo para enfocarnos en la organización de nuestra propia lucha. Es un día nuestro, no es una donación del Estado ni una negociación con la patronal. Hoy es un día en el que alzamos la mirada para asomarnos al horizonte que hay por construir. Hoy no hay nada para festejar: hoy no hay fiesta. Hoy no hay descanso, no hay tiempo para descansar. Hoy no es feriado, hoy es 1º de Mayo, el día en que lxs trabajadorxs del mundo juntamos fuerzas para perseverar en la lucha por la dignidad que no es el trabajo, sino la emancipación.

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