Más de una justicia.

Crecemos con un montón de conceptos y normalizaciones que nunca nos preguntamos cómo llegamos a ellas. Nunca nos preguntamos quién o cómo se inventó el colectivo, solo nos subimos a él y viajamos.

Lo mismo pasa con las varias ideas de justicia que podemos tener. En este breve texto quiero detenerme en tres puntualmente.

Existe, por un lado, la justicia legalista, que entendería todo lo involucrado a las leyes, jueces, policía y legalidades.

Lo complicado de ella es que la regulación de la misma está basada en una condición verticalista y centralizada. Complicado es entender que tenemos los mismos derechos que un juez. Complicado es pensar que nosotros podemos aportar a la realización de una ley desde nuestras necesidades más concretas.

Sabemos muy bien que hecha la trampa hecha la ley, no es al revés. Nos rodea un corral determinado por beneficios para otros que no somos nosotros, determinando muchas veces nuestra conducta o accionar social.

Hay leyes que son más integradas y beneficiosas que otras, así como muchas fueron creadas para nuestro beneficio pero siempre quedamos a merced de un tercero para su ejercicio.

En segunda instancia hay una justicia por llamarla meritocrática y de constructo social. Nos enseñaron que era así. Creo que el mejor ejemplo de esta justicia es cada vez que un grupo de vecinos linchan con extrema violencia a un raterito ¿Qué hay detrás de ese raterito y qué hay detrás de esa catarsis? Violencia, no justicia, pero de alguna manera, hay gente que cree que corresponde. Como si moler a palos a una persona nos devolvería algo que nos falta, como si por esto dejarán de existir rateros o más utópico aún, los robos mismos.

No hay ninguna instancia de contemplar al ratero desde la igualdad. En este escalafón donde nos posicionamos, podemos entender, que somos el raterito de la justicia legalista mencionada al principio del texto.

¿Cómo no sentirnos ese raterito apaleado por un barrio entero, cada vez que buscando lo que es nuestro, hay un aparato estatal esperando reprimirnos? La reforma constitucional jujeña es una muestra de ello.

Así como hay varias maneras de contemplar la justicia, pasa lo mismo con los derechos. ¿Tener una jornada de 8 horas, es un derecho o una obligación? No estamos hablando de no trabajar, estamos pensando en las condiciones en las que lo hacemos, quienes las determinan y quienes las ejercen.

Hay solo una manera de conseguir o conquistar derechos y es organizándonos para entender cuáles son los propios de la clase trabajadora, sin ningún tipo de sesgo.

Volver a las asambleas es también pensar en crear justicia, buscar una igualdad que nos represente es crear justicia.

Volver a las asambleas es necesario y más urgente que participar de una parafernalia electoral que sigue siendo el principio de otras justicias que no son nuestras.

Sebastián Menutti - Community Manager
Categoría: Análisis
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