Cuando nos proponemos desarrollar una estrategia organizativa al interior de un sindicato debemos considerar la necesidad de tener claridad y coherencia entre los medios y los fines. No podemos dar ninguna idea por sentada y mucho menos expandirnos sobre supuestos naturalizados. Un sindicato democrático puede tener muchas formas y significados, según el ideario desde el cual se lo evalúe e interprete.
Una de las confusiones más habituales es aquella que se genera a la hora de combinar la lucha por los derechos y la lucha por el poder. Desde nuestra perspectiva, esta intencionada superposición, que se presenta como algo inseparable, genera una incompatibilidad de estrategias que nos coloca ante una inmovilización autodestructiva.
Luchar por el poder es querer tener privilegios, sean buenas o malas las intenciones, sea por reformar el estado o hacer una revolución. Dejar de trabajar para militar como dirigente, difundir a través de esta posibilidad ideas políticas propias y no del colectivo al que se representa, hablar en nombre de lxs compañerxs sin tener que consultarles, saber más que ellos y ocultar información, perpetuarse en cargos ejecutivos para expandirse como candidato por fuera de la organización sindical, etc., es lo que vemos cotidianamente dentro de los sindicatos y es naturalizado como propio de los mismos. De tanto vivirlo se naturaliza como inevitable, como algo a utilizar o tolerar en función de pelear mejor contra la patronal. Según esta lógica es necesaria la presencia de dirigentes, de sindicalistas profesionales, de trabajadorxs que se aprovechan de los privilegios que les da el cargo que detentan, por la supuestamente necesaria combinación de la lucha por el poder y la lucha por los derechos de lxs trabajadorxs.
Pero esto no es así. Incluso se lucha mejor cuando no se cruza en nuestro camino organizativo la encarnizada lucha por el poder. Esta carrera para tener más privilegios a partir de la representación de lxs compañerxs de trabajo entorpece la organización, no permite que se desarrolle, porque siempre se esta pensando en quien va a ser el próximo privilegiado y a quien va a beneficiar la próxima acción que llevemos adelante. El mejor ejemplo es el tiempo de elecciones, donde sabemos que los tiempos los maneja el proceso electoral y no las necesidades del colectivo obrero. Y como ejemplo de lucha obrera organizada sin el entorpecimiento de la lucha por el poder tenemos toda la historia de nuestra FORA.
La FORA y su ideario comunista anárquico demostró que la organización obrera por la emancipación de la clase se desarrolla mejor si se excluye de los núcleos obreros las estructuras verticales de privilegio, si se toma como guía la igualdad, la libertad y la solidaridad.
El poder corrompe y obtura el desarrollo de la lucha por nuestros derechos. Molesta, no sirve. Con las luchas internas por los privilegios que imponen quienes están de acuerdo con expandir su poder, quedan de lado los principales objetivos de la organización, se beneficia a la patronal y nada cambia.
Entonces ¿Qué sacamos de todo esto? Allí donde es posible, por la estructura organizativa y la práctica cotidiana, tener poder y privilegios, el desarrollo de procesos orgánicos solidarios y democráticos tiene muchos obstáculos.
Si somos conscientes de esto, podemos desarrollar nuestra estrategia organizativa con claridad y coherencia, y explicar porque criticamos con fuerza las estructuras burocráticas, cualquiera sean sus intenciones.