El ingreso al mundo laboral no está exento de desigualdades por cuestiones de género. A simple vista parece un obviedad pero sabemos que aún hay mucho camino por recorrer. Quiénes tenemos un claro convencimiento de cambio social nos topamos constantamente con la naturalización de muchas opresiones. La idea de que las mujeres estamos por debajo parece arcaica pero se manifiesta a cada paso. Desde las “nimiedades” que consideramos que no son machistas hasta los casos mas graves y desgarradores.
Desde el vamos sabemos que las mujeres tenemos menos probabilidades de entrar en el mercado de trabajo que los hombres: la violencia y el acoso sexual siguen siendo una barrera a la entrada y la evolución de las mujeres en el mercado de trabajo, o la realización de determinados cometidos. Al mismo tiempo, la continua segregación de las mujeres o disidencias en empleos y puestos precarios, mal remunerados y de baja condición contribuye a aumentar los riesgos de esas trabajadoras y trabajadores.
Hablando en números sabemos que el 86% de más de mil mujeres dijo haber sufrido algún tipo de violencia en el ámbito laboral durante el último año, según una encuesta de Bumeran realizada on line en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Acosos, amenazas y humillaciones se acumulan en la enorme mayoría de las experiencias vividas, mientras un 11% dijo haber vivido violencia sexual y un 5%, violencia física. Mientras los jefes aparecen como los principales perpetradores de la violencia, el miedo adquiere un protagonismo central: más de la mitad de las víctimas dijo no haber denunciado el hecho violento por miedo a perder el trabajo. En el relevamiento, además, las mujeres que sí expusieron el hecho de violencia (ya sea en recursos humanos, con sus compañeros o, incluso, con la persona que ejerció violencia) dijeron que ese relato tuvo consecuencias negativas: a más de la mitad la echaron del trabajo.
En términos de desigualdades, el 36% de las mujeres encuestadas aseguró experimentar en su trabajo desigualdad económica (brecha salarial de género, desigualdad salarial ante igual tarea, entre otros) y el 25%, violencia simbólica (estereotipos que reproducen desigualdad o discriminación). Además, un alto porcentaje de hombres e identidades no binarias mencionan, también, haber sufrido principalmente violencia psicológica. En todos los casos, el jefe directo y su superior son los más mencionados en relación al perpetrador de la violencia.
Estos datos, que son de suma importancia y suman enormemente a las miserias de nuestras vidas, no terminan de rascar el hueso de la cuestión como me gusta decirle. Entonces acá viene el momento incómodo ¿A cuántas compañeras las acosan compañeros en sus lugares de trabajo o sindicatos? El gran meollo de la cuestión y un punto fundamental del que no se habla en nuestros gremios es cuando nos encontramos que en nuestros mismos espacios se perpetúan estas opresiones. Lejos estamos de revindicar a ese sector feminista que pretende defender la ocupación de cargos jerárquicos como solución a los problemas de raíz. Sabemos que las luchas colectivas no se solucionan lisa y llanamente con perpetuar la verticalidad sindical o social. Nos resulta mas que insuficiente y vacío ese discurso. Mas de lo mismo: Cambiar la imagen para que todo sea igual.
Es tremendamente cansador y complejo este doble problema. Por un lado tenemos una patronal explotadora y por otro compañeros que perpetúan nuestra explotación de género. Ya sabemos que cualquier conflicto económico que encaremos se dificulta doblemente si somos mujeres. De mas está mencionar la gran cantidad de compañeras que sostienen solas sus hogares debiendo solucionar las dificultades que ahí se presentan. Esto termina generando mas peso a cualquier lucha que queramos llevar a cabo. El trabajo no reconocido que hicimos y hacemos silenciosamente.
Romper la doctrina de lo que se supone debemos hacer no es tarea sencilla. El solo hecho de abrir la boca para opinar ya genera incomodidad en el grueso de compas, es notorio en las miradas y puede terminar en descalificar lo que decimos o que lo diga un hombre que luego se lleva los aplausos. Que se subestime lo que decimos no es lo único. Estas situaciones se reflejan de muchas maneras incluso cuando se piensa que nuestros deseos pueden ser comprados, por que para algo somos mujeres, para algo estamos: para ser sumisas y acompañar deseos ajenos.
Poco se habla en los sindicatos de las violencias que se sufren internamente y es normal, es un debate incomodo que nos pone en jaque y hasta llega a tambalear nuestras organizaciones. Es lo difícil y urgente de esta discusión.
El cuento de que la explotación es capitalista y no patriarcal es un chicaneo que sigue apareciendo. Según está lógica estos problemas presentados no son propios de nuestras organizaciones. Niega que el patriarcado es algo que atraviesa y es inminente su discusión para tirar abajo el capitalismo ¿O de dónde pensamos que se nutre el capitalismo? ¿Dónde la humanidad aprende que se enriquece oprimiendo a otrxs? Por ejemplo, un niño se levanta y su mama le tiene el desayuno preparado, luego lo arregla y lo manda a la escuela. A su vez el niño observa como su papa va a trabajar ya alimentado con la comida que su mamá preparó y vestido con la ropa que limpió anteriormente. Entonces ¿Qué aprende ese niño? Es así como la humanidad ha asimilado la opresión. Explotamos y nos dejamos explotar en el cuerpo de las mujeres. Porque en nuestras casas hay una mujer que hace el “trabajo invisible”: cocina, limpia, cria a sus hijxs, etc; y ni siquiera la sociedad le llama trabajo. Entonces estamos viviendo constantemente al lado de alguien que es permanentemente utilizada y estamos explotando a alguien con quién tengo un vínculo muy íntimo. Es de este aprendizaje en donde se sostiene el capitalismo. Y es el mismo capitalismo incluso que a partir de estas relaciones opresoras naturalizadas nos hace creer que los vínculos pueden ser negociados y comerciados. Por otro lado, que el trabajo de las mujeres no sea pagado no beneficia a su esposo o compañero de vida. Beneficia al patrón, a una empresa nacional o transnacional que son los que se quedan con esa plata de ese trabajo que estamos haciendo las mujeres y que no es pagado. Es por eso que el feminismo no puede ser otra cosa que un movimiento revolucionario, asambleario y horizontal que viene a tirar abajo estas concepciones que tanto daño han causado a nuestras vidas.
Nuestros sindicatos tienen una tarea fundamental en este punto. Ha sido arduo el trabajo de tantas compañeras de base a lo largo de los años que se ha discutido incluso en la OIT. En el informe de la Oficina de Actividades para los Trabajadores de la OIT, sobre violencia contra los hombres y las mujeres en el mundo del trabajo, se muestra que existe una fuerte relación entre el acceso a un trabajo decente, la no discriminación y la protección de un sindicato para prevenir la violencia contra las mujeres y los hombres en el trabajo. Los sindicatos desempeñan una función esencial en la sensibilización sobre el acoso sexual entre sus miembros, la negociación de políticas y acuerdos en los que se establezcan procedimientos para la formulación y tramitación de denuncias.
Compas, sabemos que toda esta información puede ser demasiado si recién nos adentramos en este tema. Pero es más que necesario ponerlo sobre la mesa para encontrar soluciones. Nosotras sostenemos y defendemos un feminismo sindical que no lucha por ocupar puestos de poder por que eso es perpetuar opresiones. La violencia laboral es un problema social: vivimos en sociedades que han legitimado a la violencia en todos los ámbitos sociales, y se requiere de una revisión de nuestros códigos de comportamiento para lograr entornos respetuosos de todas las personas. Para eso estamos, para eso resistimos, para eso nos organizamos.
Salud y fuerza en la lucha compañeras.
Fuentes:
https://www.ambito.com/informacion-general/acoso/estudio-latinoamerica-revela-que-mas-del-73-mujeres-sufre-violencia-el-trabajo-n5169394
https://diariofemenino.com.ar/df/el-abc-de-la-violencia-laboral-que-es-cuales-son-sus-formas-quien-nos-protege/