La Revolución en las fábricas. La autogestión en Barcelona (1936-1939)

Mucho se ha escrito de la revolución española de cuyo inicio se cumplen ahora 89 años. Hoy queremos destacar  de aquella gesta el impulso creador y emancipativo de trabajadores y trabajadoras que con la herramienta de la autogestión supieron resolver en la urgencia de una guerra, la dirección y administración de la industria de producción y servicios públicos, sin patrones, en grandes urbes  como Barcelona con más de un millón de habitantes.

    En respuesta al golpe militar del 18 de julio de 1936 en Barcelona, la CNT declaró la huelga general revolucionaria que marcó el inicio de un profundo proceso de transformación social. En Cataluña, donde la presencia anarquista era mayoritaria, se desarrolló un movimiento de colectivización, espontáneo y masivo que en pocas semanas transformó radicalmente las relaciones de producción.

     El proceso inicio el 21 de julio con la incautación de los servicios públicos esenciales. Los ferroviarios fueron pioneros, colectivizando inmediatamente los ferrocarriles. El día 25 seguían los transportes urbanos de Barcelona, y al día siguiente la red eléctrica. Este movimiento ascendente culminó en los primeros días de agosto, cuando la CNT asumió oficialmente la coordinación de las colectividades industriales. Las cifras son elocuentes: más del 70% de las empresas industriales y comerciales catalanas fueron colectivizadas en este periodo inicial, aplicando los principios libertarios acordados en el congreso confederal de Zaragoza de mayo de 1936.

    La industria textil, que representaba el 80% de la producción nacional fue casi completamente colectivizada. Los trabajadores establecieron una estructura organizativa democrática, desde los Comités de empresa elegidos en asamblea hasta el Comité Nacional Textil, pasando por instancias locales, zonales y regionales. Sin embargo, el decreto de Colectivización de octubre de 1936 introdujo un modelo mixto que subordinaba este sistema al Consejo General de Industria de la Generalitat, marcando el inicio de la institucionalización del proceso.

    En el sector metalúrgico, los obreros tomaron inmediatamente las principales fábricas barcelonesas como Vulcano, Hispano-Suiza, Torras y Marítima. Solo se exceptuaron aquellas empresas con capital extranjero mayoritario, como el caso de Barret S.A. (80% de capital belga), donde hubo que retroceder de la colectivización al simple control obrero. La naturaleza estratégica de esta industria llevó a su rápida reconversión bélica y a su paso sucesivo bajo el control del Comité de Milicias Antifascistas, luego de la Generalitat y finalmente del Gobierno central republicano.

   El transporte experimentó una profunda reorganización. Las tres compañías ferroviarias catalanas (MZA, Ferrocarriles Catalanes y del Norte) fueron unificadas en cuestión de días, estableciendo una gestión obrera que eliminó los privilegios salariales de la antigua dirección  e implantando tarifas sociales. En Barcelona, el transporte urbano fue centralizado, reduciendo la jornada laboral para absorber a los desocupados y estableciendo la nivelación salarial.

    Los servicios no fueron ajenos a este proceso. Las compañías de agua, gas y electricidad fueron incautadas por los sindicatos a finales de julio, mientras que la Telefónica, propiedad de la norteamericana ITT, quedó bajo control conjunto de CNT y UGT.
    El comercio y abastecimiento vivieron transformaciones significativas. Grandes almacenes como “El Siglo” y “El Águila” fueron colectivizados, al igual que peluquerías y barberías. La cervecería Damm reorganizó su estructura salarial reduciendo los sueldos altos y duplicando el valor de las jubilaciones.

    En la industria del espectáculo (músicos, actores, tramoyistas) se organizaron rápidamente en la CNT, creando un sindicato específico que resolvió el problema de la desocupación, eliminó el favoritismo y reguló los salarios. El escritor anarquista argentino Rodolfo González Pacheco participó activamente en este movimiento, que produjo numerosos documentales sobre la guerra y la autogestión obrera.

     Todo este impulso revolucionario chocó con la política intervencionista de la Generalitat que desnudo la tensión entre revolución e institucionalización y que finalmente se resolvió con la “Razón de Estado” avalada por el Partido Comunista y el Frente Popular, aceptada contra sus principios por la CNT y que supuso el final de la Revolución Social ahogando uno de los procesos de autogestión obrera más avanzados de la historia contemporánea.

“Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria “ editorial Hoshiko 2006, Frank Mintz 

  ”Revolución  y  Contrarrevolución  en  Cataluña (1936-1937)”,  editorial  Tusquets 1978, Jorge Semprún-Maura.

Publicado el
Categoría: Historia