La libertad para exprimirnos impunemente avanza. Avanza gracias a aquella dirigencia sindical que nos entrega para seguir viviendo cómodamente gracias a la clase obrera.
Se sientan a negociar nuestro futuro, procurando que se les toquen sus privilegios, y, al igual que el gobierno, parecen estar esperando el resultado electoral, dando la espalda a todo un sector que cada día pierde no solo su capacidad de consumo sino también sus derechos.
La reforma laboral que se está negociando con la CGT viene a legalizar las pretensiones empresariales de abaratar costos y someternos cada vez más.
Puntos como: la posibilidad de renunciar a beneficios y derechos por encima de la base legal de convenio, habilita a las patronales a que presionen a sus empleados para que renuncien a sus beneficios en aquellos lugares donde gozan de mejores condiciones de trabajo; la modificación de las condiciones de trabajo a lo que les parezca mejor y más útil para las empresas o empleadores, a menos que sea algo irracional (el criterio de irracionalidad, si se deja en manos de la patronal, ya sabemos que será en una sola dirección y sin límite); el fraccionamiento de las vacaciones (algo que se arreglaba entre partes, a veces impuesto por la patronal, a veces no); la completa disposición para la patronal, habilitada por los convenios, ya sea como banco de horas, pero sin límites, el cobro en vales para comprar comida o productos en comercios (¿Cuál es la idea? ¿Es ésta la vuelta a principios del siglo pasado como en La Forestal?); la persecución a las licencias por enfermedad…
Si en algún momento a quienes trabajan en negro o con contrato precario podían esperar encontrar un trabajo en blanco, que les permita estar en una mejor situación, ya podemos dar por tierra esas esperanzas. Gracias al Estado, a los patrones y a los traidores a la clase obrera, de quienes no se puede esperar más nada excepto que avalen que nos quiten los derechos, la maldita burocracia sindical, sean de la CGT o de las CTA.
Eso sí, siempre y cuando no se toque el “bendito” modelo sindical argentino, aquel que permite el enquistamiento de estructuras con dirigentes que viven de manera cada vez más alejada de la inmensa mayoría de la clase obrera, y que garantiza a las patronales estatales y privadas que cualquier organización, o intento de organización, que ponga en cuestión privilegios y se plantee detener nuestra sangría de derechos y beneficios conquistados, sea neutralizada.
Es tiempo de que las cosas cambien para la clase obrera, la burocracia sindical está dispuesta a entregarnos en bandeja de plata con tal de no perder su sillón, su poder y la gallina de los huevos de oro que son las cotizaciones de las y los trabajadores.
Que sean tiempos de cambio y de renacimiento del movimiento obrero, de recuperar sus fuentes y raíces, y limpiar de traidores la organización obrera. Que sea el comienzo del fin para aquellos que se ríen de nosotros al explicarnos cómo nos cagan y de patrones desbocados y miserables, que se babean por las ganancias que van a tener gracias a un Estado manejado por miserables empleados del capitalismo, que se jactan de hacernos mierda y nos avisan que nos acostumbremos, porque planean seguir haciéndolo.
Cuando caigan, el ruido que harán no podrá ser tapado ni por todos los culebrones de chimentos distractores, ni por analistas económicos y políticos alcahuetes del poder y sus patrones en los medios de comunicación.
Hagamos de este tiempo nuestro, el que sabemos vive dentro de nosotros, el de la clase obrera que no tranza con traidores ni patrones, el que conquista sus derechos en la pelea, el de la clase que siempre puso y pudo poner freno a cualquier gobierno, el tiempo de la clase obrera.