Si en lugar de pensar cómo le hacemos para que lo de arriba no caiga sobre lo de abajo, pensáramos en mejor hacer otra casa, pues entonces es diferente cómo nos organizamos, cómo trabajamos, cómo vivimos. EZLN, mayo – junio 2014/2015
Gran parte del tiempo que pasamos es trabajando. Los modos de habitar esos espacios de trabajo difieren en varios aspectos: uno de ellos es la tarea por realizar. Sin embargo, como el espacio del trabajo configura nuestra psiquis, identidad y sentido de pertenencia se convierte en algo contradictorio, perverso y cotidiano.
¿Qué sucede cuándo un trabajadxr se desempeña en una morada “no natural”? Entendido como “no natural” un espacio que para el imaginario cultural le es ajeno ¿De qué modo configura su identidad, desde su perspectiva y la de otrxs? ¿Qué significa, por ejemplo, en el contexto de la burocracia laboral? ¿Cuáles son las moradas sindicales en las que le está permitido habitar?
Tomemos por ejemplo el caso de la Enfermería. Profesión históricamente relegada a un imaginario de tareas menores, tecnicalizada contra su voluntad, perseguida por brujería en tiempos pretéritos y por exigir reconocimiento en la actualidad. Labor antigua y necesaria no sólo para los animales humanos. Labor que trasciende el “sentido del hacer” para tratar de brindar algo de confort, compañía y aliento. Dicen por ahí que si los burócratas tuvieran un mínimo porcentaje de voluntad que las enfermeras [1], otra sería la historia….Voluntad que no siempre alcanza ni cubre las expectativas sociales: voluntad que es sólo eso….porque de resarcimiento (social, académico, económico) hay poco, nada y cada vez menos.
¿Qué pasa cuando esa Enfermera decide dejar la práctica sanitaria para realizar tareas docentes o de investigación? Parecería que no tiene sentido de ser…Sin la “enfermera pinchona” Hansel y Gretel no podrían sanar del coma hiperglucémico de la bruja….
Como muestra un botón: una compañera tenía un orzuelo y cuando me pidió que lo viera para ver qué se podía hacer otra de las personas que estaba allí dijo “Pero es “profesora” no enfermera”: bueno, en mi caso, lo uno no podría existir sin lo otro…
Entonces, ¿cuáles son las moradas que se nos permiten habitar a quiénes decidimos colocarnos “por fuera” de la jaula hospital? ¿Será que hemos perdido el rol de “esencial”? ¿O tal vez se nos considera como ese león al que en el circo le arrancaron las pezuñas y no sirve para más que bostezar?
Porque no estamos menos precarizadas [2] que las enfermeras de hospital quienes nos dedicamos a la docencia/investigación. También me ha dicho un colega “tienen menos estrés porque no es como cuidar a un paciente en terapia intensiva”. Claro que no lo es, pero sobre nuestros hombros, en cierto modo, cae la Enfermería del mañana. O sea, la enfermera que va a atender a esa persona en la terapia.
En los sindicatos “tradicionales” vinculados con la educación son prácticamente nulos los espacios para la discusión de la práctica docente en enfermería que lleven a mejoras reales y no debates donde quiénes participan del colectivo explican mucho, pero se vuelven sin nada. Situación similar sucede con los conflictos laborales generales: ceses de tareas, paros y movilizaciones generalmente se vinculan a reclamos de otros niveles educativos que, si bien comparten problemáticas como la salarial, restringen la posibilidad de mejoras necesarias para el quehacer docente en la Enfermería (instrumental, acceso a revistas especializadas, tecnología, etc.). Por sólo citar un ejemplo, recién este año uno de los gremios vendió ambos a bajo precio para sus docentes afiliadxs (lx profe de Enfermería los necesita para las prácticas supervisadas en los hospitales) [3]. Cabe preguntarse qué sucede con las delegaciones en los espacios de trabajo docentes en Enfermería ¿Es meritorio haber logrado dicho descuento? ¿Cómo se vuelcan en los gremios reclamos puntuales del sector? Esos reclamos o necesidades sentidas ¿son sólo escuchados o hay algún tipo de acción posterior que genera un vuelco en situaciones de conflicto?
Algo similar sucede en las Universidades, sitio donde la profesión ingresaba allá por los años cuarenta del siglo pasado. La disciplina se ve invisibilizada al punto que quiénes dirigen proyectos de investigación vinculados a la Enfermería, en su mayoría, son de otras disciplinas como la sociología [4]. Algo ha cambiado con la incorporación de la disciplina al artículo 43 de la Ley de Educación Superior. Sin embargo, la escasez de profesionales que puedan cubrir vacancias en el ámbito universitario es de la misma magnitud que en el hospital. Eso lleva a que otras profesiones dicten los cursos (sociólogxs, médicxs, farmacéuticxs, pedagogxs) perpetuando el sistema colonizador en la formación profesional.
¿Por qué faltan profesionales en las universidades? Bueno, una de las respuestas a esas preguntas es que las Enfermeras costean de su propio bolsillo los posgrados y el sistema de residencias/especialización es de dedicación exclusiva con muy bajo salario [5]. Y allí, como diría la editorial es “enrular el rulo”: bajo salario, pluriempleo, pocas posibilidades de proyectarse como profesional.
En el escenario educativo y por mal que pese a algunxs profes, el sistema sigue siendo un nicho de obediencia y reproducción sin sentido de saberes. Pero el caso de la educación en enfermería reviste una mayor preocupación, no sólo por ser una profesión de riesgo social, sino porque la reflexión crítica que tan lindo suena al decirlo no se cristaliza en el habitar de aulas y prácticas hospitalarias. Hecho que se relaciona íntimamente con la actitud de pasividad y obediencia del propio docente que piensa dos veces antes de hacer una nota, que acepta que lx delegadx sindical sea a su vez coordinadxr de turno, consejerx y otras hierbas; que se alarma cuando actividades organizadas por lxs propixs compañerxs atentan contra el cronograma de cátedra…un sinfín de situaciones de sumisión que pueden ser leídas desde el ADN de subordinación profesional, el “vengo a hacer mi trabajo y cobrar un sueldo” o el “prefiero no entrar en discusiones”.
Y así es como los espacios para problematizar el rol como trabajdxr son reemplazados por espacios de mejora institucional para unxs pocxs, que tienen una superficialidad abrumadora; donde sólo se escucha una cháchara frívola enmascarada de modelo pedagógico.
¿Qué nos pasa entonces cuando el reproche de lx estudiante es “la materia tiene mucho para leer”? O “por un punto no aprobé” ¿Cómo respondemos a esas alteridades que alertan sobre el futuro de la profesión? ¿Cómo transmitir que un Enfermerx con espíritu crítico tiene lugar en este presente? Porque lx estudiante es testigo de la mediocridad de los discursos, el espacio perdido, la liviandad con la que se analizan situaciones difíciles, la división del colectivo donde parece que sólo unxs pocxs son merecedores del reconocimiento profesional.
¿No será tiempo de hacer otra casa? Una que no nos aísle, sino que nos integre como trabajadorxs mostrando que nuestra tarea tiene la misma relevancia para la malla social que aquellas que se encuentran bajo el manto benévolo del imaginario social.
No, no somxs artesanos. Cuidar es una ciencia. No, no somxs auxiliares de lxs qédicxs. Tomamos decisiones como profesionales minuto tras minuto. No, no somxs menos enfermerxs porque nos dediquemos a la docencia e investigación. Necesitamos, al igual que cualquier otro colectivo, que éste primero de mayo nos abrigue, nos fortalezca e integre desde nuestra labor con el resto de lxs trabajadorxs.
Las Sociedades de Resistencia y Oficios Varios nos ofrecen esa oportunidad única: abrir las discusiones y el debate, ver al de al lado no como mi enemigx sino como mi compañerx, aquel en el cual puedo apoyar mi mano para caminar juntxs, más allá de nuestras ocupaciones de baso. Eso es ser trabajadxr y no mezquindades que se reparten en comisiones, delegaciones o títulos nobiliarios de la burocracia que no son más que cáscaras vacías. Necesitamos empezar a abrir nuestros brazos para encontrarnos codo a codo con quienes son blanco de marginalidades semejantes. Necesitamos recuperar ese hechizo que una vez nos condenó a la hoguera para mostrar que aquí estamos, sabemos cuáles son nuestros desafíos y sólo nos falta la intención clara de “boltear la tierra” [6]. Necesitamos decidirnos a cambiar de ciclo para avanzar en un amanecer emancipador.