En el número marzo/abril de Organización Obrera se trató la situación del cooperativismo en el noreste de Siria. Trabajar, para las mujeres en Siria, significa, muchas veces, un riesgo de vida.
Las periodistas sirias, por ejemplo, ven serias dificultades en el trabajo cotidiano. Según Reporteros sin fronteras no existen datos fehacientes sobre violencia hacia periodistas mujeres en Siria, pero sí confirman que hay muchas mujeres en riesgo en la ciudad de Idlib. Al – Abadi es una periodista que publico en 2018 Bodies without soul (cuerpos sin alma) donde narra historias de mujeres sometidas a violencia psicológica, física, secuestro y violación por parte de soldados del Estado Islámico, así como matrimonios obligados. El constructo trabajo dista bastante de aquello que entendemos en este territorio, y frente a cuestiones tan primarias como la integridad físico – emocional, es casi imposible de pensar/imaginar.
El efecto de los terremotos en la región no ha hecho más que fragilizar la condición de las mujeres e infancias. Mientras la OIT anunciaba la donación de 3.6 millones de dólares (20 de marzo de 2023) muchos nos preguntábamos si con la promoción del empleo alcanzaba para reducir, entre otras cuestiones, una brecha salarial de género del 56.8%, una de las más altas a nivel mundial. No tener acceso al trabajo deja cautivas a las mujeres de todo tipo de explotación, violencia y precariedades (porque pensar en autonomía es una quimera). Si a esa situación adicionamos la misoginia de Estado Islámico y los desplazamientos forzados a campos de refugiados vemos el modo en como la interseccionalidad opera en detrimento de una mejora de la existencia. Es importante considerar que Siria lleva más de 10 años de guerra “civil” y, con el fenómeno de los terremotos, 170.000 trabajadores quedaron sin empleo, guarimos que afecta a 154.000 hogares (más de 725.000 personas). También se han visto afectadas unas 35.000 microempresas y pequeñas y medianas empresas (PYME). La falta de empleo por el sismo ha provocado pérdidas totales de ingresos laborales equivalentes al menos a 5,7 millones de dólares al mes. “Se calcula que en los cinco distritos (o gobernaciones) sirios más afectados -Alepo, Hama, Idleb, Lattakia y Tartous- vivía el 42,4% de la población total del país. Esto incluía alrededor de 7,1 millones de personas en edad laboral (16 años o más), de las cuales 2,7 millones tenían empleo (formal e informal). El 22,8% eran mujeres”. (OIT).
Las familias desplazadas muchas veces están encabezadas por mujeres, quiénes en épocas frías, deben quemar plástico para calentarse (informe de World Vision ‘Out in the Cold’, 2022). El desplazamiento genera mayor vulnerabilidad debido, principalmente, a tres motivos:
- Estereotipos de género. Que ofician como una barrera para acceder al trabajo. “El acceso a los ingresos plantea varios problemas específicos para las mujeres de los campos de desplazados. El principal es que las normas culturales y de género aumentan el estigma en torno a la actividad económica de las mujeres. Las mujeres desplazadas que son cabeza de familia llevan una doble vida, en la que deben cumplir tanto con las tareas domésticas como generar ingresos fuera del hogar, pero esto se hace muy difícil ya que los campos de desplazados y las comunidades cerradas en las que viven ofrecen mercados limitados para su trabajo remunerado y para los servicios que pueden prestar” (Eleanor Monbiot, World Vision ‘Out in the Cold’, 2022).
- Demanda del trabajo para las mujeres es no remunerado. Los hogares desplazados tienen una mayor tasa de dependencia total debido a la necesidad de cuidado de las infancias y adultos mayores, así como la condición de ser único sostén de hogar. Las limitaciones de tiempo y movilidad condicionan al trabajo precario (menos horas, menos salarios, trabajos informales).
- Imposibilidad de mantener a las personas a cargo bien alimentadas, abrigadas durante el invierno y utilizar métodos inseguros (como la quema de plástico) para calentarse hace que las mujeres no sólo tengan afecciones biológicas sino también psico-emocionales; hecho que reduce las posibilidades de acceso al trabajo.
Vivir en una región de conflicto armado permanente expone a las mujeres, por ejemplo, al secuestro con fines de explotación laborar. Amnistía Internacional ha documentado la modalidad que tienen los grupos armados en la región: secuestro de mujeres para su posterior explotación laboral en las cocinas de los centros ilegales de detención que funcionan en Idlib y Alepo. Los castigos corporales como lapidación y flagelación (frente a implicaciones espurias de infidelidad) son moneda frecuente en el día a de las mujeres.
Es primero de mayo, el día en que lxs trabajadorxs dejan sus herramientas para gritar con una misma voz alrededor del mundo. Gritemos entonces, fuerte, tan fuerte como podamos por todas las compañeras para quienes el sólo hecho de pensar en “trabajar” como lo consideramos en las pampas, les cuesta, literalmente la vida.