DIGNIDAD

El número anterior de Organización Obrera problematizaba sobre el modo en que la atomización y la precarización laboral distraía a la clase trabajadora de la idea de pertenencia.  Comprender cuál es nuestro vínculo con el mercado en momentos como estos implica entre tantas otras cuestiones analizar el modo en que el constructo empleo se ha convertido en una idea heterogénea: una amalgama de diferentes tareas donde unos pocos se llenan los bolsillos, recortan conquistas de clase y, lxs trabajadorxs no sólo sufren la pérdida del salario: también pierden (o ponen en riesgo) su vida. 

Según el informe del Indec (cuarto trimestre del 2022) el ingreso medio fue de 58.564 ARS (población total). Del grupo estudiado 9.6 millones de personas ingresaban a la categoría de “asalariados” (ingreso medio: $100.506) y 3.4 millones de personas figuran como “no asalariadas” (ingreso medio: $82.521). La brecha salarial en el segundo trimestre de 2022 fue del 27,7%: las mujeres ocupadas debieron trabajar 8 días y 10 horas más que los varones ocupados para ganar lo mismo que ellos en un mes. El Indec refiere que en el cuarto trimestre del 2022 la tasa de actividad alcanzó el 47,6% [1], la de desempleo un 44,6% [2] y la tasa de desocupación el 6.3% [3]. La canasta básica familiar durante el período analizado osciló entre 10.000 – 11.000 ARS.

Hasta aquí algunas cifras. Una lectura rápida y objetiva colocaría un manto de optimismo frente a las cifras compartidas por el organismo en su informe técnico. Sin embargo, el día a día de lxs trabajadorxs deja de manifiesto que la pérdida de poder adquisitivo, disminución de la calidad de vida y acceso a los servicios básicos va, cada vez más, en baja ¿Cómo se vincula esa existencia cotidiana con las “cifras duras y objetivas” de los organismos oficiales? Mientras redactamos la presente editorial trabajadorxs y sus familias, mueren (o se enferman) todos los días por las condiciones de trabajo, aquellxs que ya ni juegan el partido del empleo mueren a causa del frío en la ciudad más “rica” del territorio. Capítulo aparte merece la emergencia habitacional que afecta a miles de personas de modo cotidiano. 

Mientras tanto, los medios de comunicación nos invitan a la “fiesta de la democracia” de cara a las próximas elecciones ¿Fiesta para quién? ¿Para las empresas extractivistas? ¿Para el FMI? ¿Para la clase política que sigue dando muestras claras de desprecio hacia lxs trabajadorxs? ¿Para la cúpula sindical que sostiene esos puestos a sangre y fuego?

“El trabajo dignifica”, ¿a quién/es? Hoy el trabajo nos está matando [4] y el modelo productivo está garantizando que nadie más pueda vivir (por lo menos del modo en que lo hacemos en el presente) en las próximas décadas. 

Si buceamos en la etimología de la palabra dignidad encontraremos que, como tantas otras, deriva del latín (dignĭtas) y hace referencia al valor del individuo como ser humano: “toda persona debe ser respetada por el hecho de ser persona y en ningún caso unos merecen más respeto o consideración que otros”. Suena a esos tratados internacionales a los cuales los gobiernos adhieren sin comprender mucho de qué se trata y luego usan para cambiar la letra de ciertas normas (siempre sin consenso social) que sirvan para meter palos a la protesta social, ambiental, laboral, etc. 

En este nuevo número, con el cual recomenzamos un ciclo de trabajo anual, queremos hacerlo definiendo un camino de reflexión y pensamiento que si bien no es nuevo, creemos que nos ayudará, o eso esperamos, a reafirmar críticamente las bases de nuestra acción día a día en pos de la organización obrera. Es por ello que la palabra “dignidad” nos servirá de cartografía temporal para, en base al pensamiento forista, intentar comprender quiénes somos lxs organizadxs, qué nos hace obrerxs, qué nos organiza, por qué, para qué de cara a un año donde cada vez queda más de manifiesto que las principales fuerzas políticas, lejos de agrietarse, están acercándose a un programa económico y político común. 

Es por ello que urge organizarnos como clase y es por ello que los textos que arman cual rompecabezas el presente número invitan a la construcción de un pensamiento que sea acción y organización. Después de todo, lxs trabajadorxs contamos con estas herramientas en nuestro ADN: es tiempo de ponerlas en valor para lograr nuestra emancipación.

[1] La tasa de actividad (TA) mide la población económicamente activa (PEA) sobre el total de la población.
[2] La tasa de empleo (TE) mide la proporción de personas ocupadas con relación a la población total.
[3] La tasa de desocupación (TD)  considera a las personas que no tienen ocupación, están disponibles para trabajar y buscan empleo activamente, como proporción de la población económicamente activa (PEA).
[4] Por sólo citar ejemplos: lxs trabajadores (y pasajerxs) del subte expuestos al asbesto, lxs trabajadorxs de empresas como ALUAR o el emblemático caso de Fabián Tomassi.
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