Los momentos depres que me suelen acorralar algunos domingos, esos que uno quiere cerrar las persianas para que no entre el sol y dejar que todo pase, aplaco impotencias mirando películas de superhéroes, comiendo harina y azúcar en cualquiera de sus formas. Marvel por sobre DC comics, sin dudas.
Lo que encuentro en esas películas es esa sensación que me provocaba de chico: un mix entre querer ser y que piola que exista alguien que tenga la posibilidad de salvarnos. Todo va a estar bien. Se aplaca esa injusticia, se muere lo terrible e inevitablemente hay un final feliz.
Obviamente en las películas, más allá del enfoque en una persona con poderes supernaturales, la catástrofe también está sobredimensionada y si la llevamos a planos más pequeños, seguramente, la comparación con nuestra realidad me lleva a pensar en nuestra capacidad de acción en catástrofes cotidianas.
Siempre hay una adversidad porque el mundo es una mierda, y si no, en nuestra condición de activistas, tenemos muchas veces la tarea de ser quienes constantemente estemos recordándolo.
¿Por qué no íbamos a dejar que Messi perdiera otro mundial? ¿Qué clase de monstruo somos para que una persona acarrée una deuda tal con nosotres?
Festejamos (me incluyo) el salvataje de un año para el olvido en muchos aspectos; fuimos felices con el chaboncito salvándonos, creando la única manera y motivo de festejar todes juntes. ¿Cuál era la adversidad de perder un mundial? ¿Llegar a la oficina y que nos cargue nuestro compañero alemán, brasilero o francés? ¿Necesitábamos algo así? Probablemente. ¿Estuvo bueno? Fue increíble. ¿Vencimos al super enemigo que provoca toda nuestra tristeza viendo al man levantando la copa? No, aunque por un rato, sí nos olvidamos.
¿Qué pasa con la Liga De La Justicia o con los Avengers?
Traigo textual del instagram de Leo Messi respecto al mundial 2022 “El mérito es de este grupo, que está por encima de las individualidades, es la fuerza de todos peleando por un mismo sueño que también era el de todos los argentinos”.
Que importante la idea de la construcción colectiva, de soñar lo mismo, de buscar lo mismo y saber que al final del camino van a estar colmadas las calles de felicidad y transparencia. Pero para eso, el resultado en búsqueda también tiene que ser colectivo, como en este caso ganar un mundial. De tener la posibilidad, todes hubiésemos entrado a la cancha a romper el arco de Países Bajos o de Francia.
Retomando la comparación con planos más pequeños de nuestra cotidianeidad, todes nos encontramos en muchas adversidades; muchos aliens queriendo destrozar el mundo con el extractivismo, muchos propietarios matando a troche y moche por lo que entienden suyo, o lo que puedan robar. Y si ahí no hay sueño colectivo de abolir al enemigo es porque estamos esperando une superheroe que los mate a todos.
Somos centralistas en la solución, por ser ajenos a la acción camino a la solución, y no es nuestra culpa. Convivimos en una sociedad bombardeada de mensajes de realización individual, donde el primer progreso es propio y la felicidad es responsabilidad de une misme (o de Messi).
Así como somos centralistas en la solución, también lo somos en el problema, en muchos lemas conocidos como “yo no lo voté”. Somos centralistas en el miedo, donde mientras el problema sea de otro, “a mi que no me jodan”.
Abolir la heroica es complicado pero no imposible. Desdibujar el propio ego es complicado pero no imposible. Sentirse menos dueñx de las cosas propias es complicado pero no imposible.
Sentirse parte de un todo, como vimos en los festejos, no es para nada difícil.
Sincerándome encontré que mi primera interacción con la sociedad era en mi condición de trabajador. Más allá de ser hijo, amigo o músico, compro, como y vendo (mi fuerza de trabajo) en constante interacción con un mercado asesino que toma condiciones de enemigo siempre.
Y me parece importante también tener presente las adversidades que tuvo la scalonetta en el principio, donde recibió el juicio de todos los medios hegemónicos, esos primeros polarizadores que con oficio de chupamedias, también hacen estragos con la opinión económica y social que proporcionan.
Me parece importante también tener presentes todos los asesinatos laborales atrás de cada mundial, algo que venimos escuchando (por lo menos yo) desde Brasil. La vida de un trabajador que realiza los estadios queda totalmente reducida al lado de la vida de Messi. ¿Por qué? ¿No estaría bueno que nosotres tengamos un poquito la de Messi también? ¿La del Chiqui Tapia? Un poquito nomás.
Ayer escuchaba en un tik tok un comentarista español que decía que en un mundo tan futbolizado, Messi, era el nuevo rey, y concuerdo. Messi es el nuevo rey de un mundo que sigue necesitando reyes. Un mundo en el que todo se queda estáticamente paralizado en la condición aspiracional de las cosas, donde pocas veces nos creemos capaces de realizar, condicionando todas las dimensiones del cambio.
Podemos ser la liga de la justicia, Avengers, La Scalonetta, siempre juntes, en lo colectivo, haciendo propias y colectivas las adversidades, descentralizando la realización, sabiéndonos capaces.
No hay brecha posible si despolarizamos las opiniones, las metodologías, o los resultados. No hay festejo de unos pocos si la realización es de todes, si el resultado hiciera un poco menos asesino al mercado. No va a haber un final feliz en lo inmediato, y pretender una realización a largo plazo en constante interacción con una sociedad que padece ansiedad crónica es muy difícil, pero no imposible. No va haber acción alguna, si siempre dejamos de plantar ese árbol que no dará una sombra inmensa mientras nosotros vivamos. Hay que primero plantar el árbol, regarlo, utilizar un tutor si hace falta, pero no dejar de creer que va a crecer, siempre y cuando tengamos presente que puede suceder.

