A 110 años de la fundación de la Unión Chauffeurs
El 30 de septiembre de 1912 nació una de las organizaciones más emblemáticas de la Federación Obrera Regional Argentina. En aquella fecha, hace más de un siglo, se constituyó el primer sindicato de conductores del transporte automotor y a lo largo de los años se convirtió en un puntal clave de las luchas proletarias de la ciudad de Buenos Aires. Es imposible, por cuestión de espacio, relatar todas las acciones desplegadas por esta organización o hacer justicia con los miles de militantes que integraron sus filas, por tanto, tan solo vamos a reseñar algunos hitos de su trayectoria, a fin de ofrecer un perfil de su accionar histórico.
El nacimiento de este sindicato responde a la expansión de los automotores como medio de transporte público en la principal urbe de Argentina. Organizando en su seno a los conductores de taxis (o “coches de alquiler”, como se les decía en la época), a los empleados en los ómnibus, luego, y finalmente a los vinculados con el auto-colectivo. En su interior también estaban organizados los choferes de camiones, dedicados al transporte de mercaderías, quienes contribuyeron en la sindicalización de los trabajadores de las fábricas de la industria automotriz, tales como General Motors, Firestone y la International Harvester Company. En este sentido, esta organización desempeñó un rol muy importante como soporte de conflictos desarrollados por otros sindicatos de la FORA, manifestando su solidaridad a través de negarse a transportar los productos de la de las empresas en conflicto [1].
La Sociedad de Resistencia Unión Chauffeurs acordó adherir a la FORA el 5 de febrero de 1923, vinculándose así de forma orgánica al movimiento obrero de tendencia anarquista. Ya durante los años treinta, este sindicato pasó a representar uno de los baluartes más sólidos dentro de la Federación, tanto por la cantidad de afiliados que agrupaba, como por la visibilidad que le otorgaban sus intervenciones públicas.
A partir de la dictadura de Uriburu este sindicato sufrió la persecución de las nuevas autoridades políticas, representando casos emblemáticos de represión. Por caso, en diciembre de 1930 tres de sus afiliados casi son fusilados en cumplimiento del bando militar dictado por las nuevas autoridades, salvándose gracias una ola de reclamos populares que derivaron en que el gobierno dé marcha atrás con la medida, conmutando la condena de los choferes (Ares, Montero y Gayoso) por la de reclusión al presidio de Ushuaia [2].
A pesar de que gran cantidad de los integrantes de este gremio fueron hostigados, detenidos y deportados en gran cantidad, durante 1931 lograron tirar abajo el intento de imponerles una “libreta de buena conducta”, la cual sería otorgada por la Policía en base a los antecedentes de los choferes que solicitaban su registro de conducir profesional.
Luego, con la “restitución democrática”, el gobierno de Justo dio un salto cualitativo en materia de represión. A mediados de 1932 emprendió un juicio por “asociación ilícita” sobre este y otros dos sindicatos de la FORA. Inicialmente, las autoridades judiciales estaban buscando a los responsables de ciertos crímenes, como el asesinato de un patrón panadero y los atentados cometidos contra ómnibus de empresas en conflicto. Pero rápidamente pasaron a concentrar su atención en juzgar el accionar de los sindicatos implicados, buscando determinar la legalidad o no de los medios de lucha empleados por aquellos, acusándolos de ser una organización delictual, es decir, una “asociación ilícita”.
Durante este proceso, el local de los choferes quedó allanado. Pasando a membretar sus publicaciones con el subtítulo de “Secretaría clausurada”. Finalmente, en 1935 los acusados fueron condenados, siendo liberados muchos de ellos porque ya habían cumplido los años de prisión otorgados, mientras que otros tanto fueron inmediatamente deportados a sus países de origen (mayoritariamente a España). [3]
En la segunda mitad de la década del treinta la Unión Chauffeur se vio comprometida con una de las campañas populares más importantes de la década, la lucha contra el monopolio del transporte. El conflicto se originó a partir de la pretensión de la Compañía de Tranvías Anglo Argentina Ltd. de la Ciudad de Buenos Aires de “coordinar” los diferentes servicios del transporte público de la ciudad -subtes, ómnibus, tranvías, taxis y colectivos- con el fin de ordenar el creciente caótico tránsito y evitar la competencia que le ocasionaban los medios de transporte que estaban fuera de su control, es decir, los automotores. En señal de protesta los choferes realizaron huelgas y campañas de difusión sobre los perjuicios del monopolio entre los usuarios y el resto de la población.
Por supuesto, al hablar de una campaña popular, hacemos referencia a una conjunción de esfuerzos que excedieron las acciones emprendidas por el sindicato de la FORA. Por caso, en esta campaña jugó un rol muy importante el otro sindicato de choferes, la Federación de Líneas de Autos Colectivos (FLAC), de tendencia socialista, y la formación de entidades solidarias como el “Comité Intersindical contra el Monopolio del Transporte”, compuesta por 36 sindicatos de diferentes tendencias ideológicas, o el “Comité Popular contra el Monopolio”, compuesto por asociaciones políticas y culturales de diversa índole. Pero una vez que la ley de “coordinación” fue aprobada, el Estado tenía la potestad de expropiar a los vehículos que no se sumaban a la nueva compañía. Es así como, cuando los intentos de negociación política impulsados por los sectores reformistas fracasaron, la prédica forista de combatir el proceso de expropiación por medio de la acción directa cobró mayor auge. [4]
A pesar de la retracción que sufrió la FORA en los años posteriores, durante los primeros años del gobierno peronista, este sindicato supo canalizar el reclamo efectuado por los taxistas ante una disposición de la ciudad que le imponía restricciones a su trabajo. Luego, hasta los años sesenta, logró mantener su influencia en algunas líneas de colectivos, pero progresivamente las normas legales del modelo sindical imperante le fueron cercenando las posibilidades de una mayor inserción en la actividad.
La trayectoria propiciada por la Unión Chauffeurs es digna de ser tomada como ejemplo de acción sindical. Su accionar organizativo moldeó el sistema cooperativo que se dieron los colectivos en sus primeros años, dotándolos de una organización horizontal y sin espíritu de lucro. Su intervención solidaria logró que otros gremios se engrandezcan gracias a su respaldo. La entrega de sus militantes manifestó las profundas convicciones libertarias que fluían por sus filas, siendo parte de este sindicato la mayoría de los foristas que viajaron a España para brindar su apoyo al proceso revolucionario desatado durante la Guerra Civil. La reivindicación de la acción directa no era solo palabra escrita para sus integrantes, y numerosos hechos dan cuenta de eso.
A más de un siglo de su nacimiento, creemos sumamente importante retomar esas experiencias para no dar por naturalizado el estado actual del movimiento obrero, atado a intereses económicos y políticos varios. Como se ve en algunas líneas de colectivos actuales, los choferes todavía tienen mucho para aportar al conjunto de las luchas obreras. A ellos, nuestro reconocimiento.