La estatización del Primero de Mayo

El significado del Primero de Mayo ha sufrido varias modificaciones a lo largo de la historia. Desde el movimiento obrero revolucionario siempre se lo consideró una fecha de conmemoración de la gesta producida en Estados Unidos en 1886 y de lucha por las reivindicaciones laborales propias del contexto.

Pero está fecha logró tal trascendencia a nivel internacional que fue incorporada al calendario por parte de las corrientes políticas más diversas, desde la derecha nacionalista, hasta los partidos de corte populista, pasando por asociaciones empresariales y religiosas. Por supuesto que la interpretación que estas organizaciones hicieron sobre el día de los trabajadores es muy diferente a la realizada por el proletariado de izquierda o anarquista, quienes continuaron reivindicando su perfil clasista. Más bien, estos otros sectores sociales, postulan la fecha como el “día del trabajo”, donde todos los involucrados en el sistema productivo encontrarían un punto de encuentro.

Las intenciones políticas por borrar el carácter revolucionario del Primero de Mayo se manifestaron tempranamente, con la intención de canalizar la conglomeración obrera hacía una instancia más controlada por el Estado. En Argentina, la tarea de encauzar esta fecha hacía un escenario menos conflictivo fue asumido por los primeros gobiernos radicales (1916-1930). Apoyándose en la popularidad alcanzada por medio de los votos, una vez sancionada la Ley Saénz Peña, los gobiernos de Hipólito Yrigoyen y de Marcelo T. de Alvear buscaron afianzar relaciones con el sector obrero para sustraerlo de la influencia de las corrientes revolucionarias y armonizar las relaciones sociales. Para esta misión aplicaron diferentes medidas, con tratos más personalistas de parte de Yrigoyen, y con mayores proyecciones institucionalizadas de parte de Alvear. Estas intenciones políticas también influyeron sobre el Primero de Mayo, en tanto que, bajo la administración de Alvear esta fecha fue declarada por primera vez feriado nacional. En sus declaraciones afirmaba haber remitido un proyecto de ley para instituirlo como feriado nacional, pero mientras el parlamento debatía la propuesta, el Poder Ejecutivo recurrió al decreto para declarar “día de fiesta en toda la República el 1 de mayo próximo”. En sus consideraciones argumentaban lo siguiente:

 “Que el 1 de mayo está consagrado en gran parte del mundo civilizado al descanso de los trabajadores, y es deber de los poderes públicos propender a que ese día sereno y auspicioso, de solidaridad social y de paz espiritual, de esperanzas y emociones colectivas, fecundo en inspiración y afanes por el ideal de una humanidad mejor.
Que por singular y feliz coincidencia esa fecha evoca la de la firma en Santa Fe, de la Constitución Argentina por los convencionales que la sancionaron, bajo cuyas solemnes garantías hombres de todas las ideas y de todas las procedencias, viven y trabajan, en paz y libertad haciendo solidariamente la grandeza de la República.”  [1]

El carácter dado al Primero de Mayo es llamativo, desde la búsqueda de consenso sobre la importancia del factor trabajo en la sociedad, hasta la aspiración de armonizar las relaciones sociales, pasando por la combinación de argumentos históricos al vincular la fecha proletaria con la gesta de consolidación del Estado Nacional con la firma de la Constitución de 1853.

Bajo el segundo gobierno de Yrigoyen la declaración de feriado del Primero de Mayo también tuvo que efectuarse por medio de decreto. Es sabido que este presidente no tuvo gran apoyo por parte del Poder Legislativo en cuanto a los proyectos que impulsó, caso distinto al de Alvear, pero no lo suficiente para que acompañen su intención respecto al Primero de Mayo.

Durante la década del treinta esta fecha también estuvo sometida a los cambios sociopolíticos característicos de la época gracias al auge del fascismo y la reinstauración de gobiernos conservadores. Las actividades públicas pasaron a estar restringidas por una serie de edictos policiales que le otorgaban la autoridad a esta fuerza de seguridad para permitir, o no, la realización de cualquier acto o movilización. De esta manera, los Primero de Mayo pasaron a estar restringidos para los sectores combativos del movimiento obrero, no sólo durante la dictadura de Uriburu. En cambio, las agrupaciones nacionalistas contaron con total libertad para realizar actividades en el espacio público, alentados por el ala más reaccionaria del elenco gobernante, como el caso de Manuel Fresco, gobernador de la provincia de Buenos Aires. La impronta que esta versión criolla del fascismo le dio al “día de los trabajadores” fue enaltecer el esfuerzo propiciado por los obreros en pos de engrandecer la patria, cuidando la riqueza de la nación y las tradiciones culturales locales, desterrando la noción de lucha de clase en reemplazo por la cooperación a favor de los intereses del país. De esta manera, el Estado iba transformando la conmemoración de esta fecha en una actividad de índole patriótica, despegándose de la connotación internacionalista que le dio origen.

Con el peronismo en el poder esta transformación que venimos relatando, en dirección a la apropiación del Primero de Mayo por sectores políticos adversos al movimiento obrero revolucionario, dio un salto cualitativo. La relación que Perón forjó con los sindicatos dotó a su gobierno de una retórica obrerista que puso en el centro de la escena política las reivindicaciones laborales. La asociación entablada entre el movimiento obrero y los dirigentes políticos peronistas era refrendada constantemente por medio de acciones simbólicas como manifestaciones y actos multitudinarios, en los cuales Perón, y también su mujer, entraban en comunión con sus adherentes. En este sentido, el Primero de Mayo ocupó un lugar destacado en el cronograma de actos oficiales, ofreciendo cuantiosos recursos económicos para el desarrollo de su conmemoración, declarada, ahora, la “Fiesta del Trabajo”. En función de esta visión promovida por el Estado, esta fecha pasó a reflejar los logros alcanzados por los trabajadores y el fin de las inequidades entre argentinos, por ende, una situación plausible de ser festejada. Así fue como en sus actos se desplegaron suntuosas intervenciones artísticas con grandes carrozas, juegos de luces y desfiles de belleza por gremios, para finalmente poder designar a una “Reina del Trabajo” como la máxima premiada.

Los cambios que sufrió el significado del Primero de Mayo no quedaron inmutables a lo largo del resto del siglo XX, incluso siguen representando un campo de disputa en la actualidad. Queda claro que la reivindicación de los anarquistas asesinados en Chicago y la lucha de aquel movimiento obrero por las ocho horas de trabajo, no representan solo un recuerdo del pasado, sino una posición asumida en defensa de las características que consideramos esenciales en torno a esta fecha, es decir, su impronta proletaria, internacionalista y revolucionaria. 

Los partidos políticos, empresarios y gobiernos harán lo suyo para reinterpretar el significado del Primero de Mayo. De nuestra parte haremos lo propio para mantener vigente su reivindicación como día internacional de protesta, contra el capitalismo, el Estado y toda opresión. Por la salud y libertad de los oprimidos del mundo.

[1] Marcelo T. de Alvear y Vicente C. Gallo, Decreto: Feriado del día de los trabajadores, Buenos Aires, 27 de abril de 1925.
J.C.
Categoría: Historia
Publicado el