Créditos de la imagen: Asamblea La Pampa por el ambiente (2021)

¡¡¡Basta de venenos en La Pampa!!!

En los grandes centros urbanos la relación de la clase trabajadora con el alimento es muy diferente a la que se vive en el campo o en las ciudades cercanas a él. La mayoría de las personas en las grandes ciudades no saben de dónde llega la comida, no saben cómo se produce, cómo se transporta o no le da demasiada relevancia debido a otros problemas cotidianos. Van a un negocio, la compran y la consumen. 

En Santa Rosa y zonas aledañas no es que haya un interés particular por la forma de producción alimenticia y el medio ambiente en general, sumado a la desinformación de los medios que empeora todo el panorama, pero no cuesta tanto generar interés y relacionar la vida cotidiana con los peligros a los que estamos en exposición constante por el desastre ambiental. 

Son muchos los problemas ecológicos que atravesamos en nuestra provincia. De hecho es difícil buscar alguno que no esté latente: fumigaciones, sequías, desmontes, transgénicos, basurales, industria ganadera, fracking, monocultivos, etc. El corazón de la Sociedad Rural, y de todas las cámaras que nuclean a los hacendados del país como la Federación Agraria y CARBAP, es un campo de experimentación muy fructífero para las multinacionales que quieren profundizar el agronegocio y el extractivismo. Todo lo que sea abaratamiento de costos y ganancias a corto plazo les sirve como es lógico al capitalismo. 

La lucha por los caudales del Río Atuel y del Colorado es la única consigna que el gobierno pampeano quiso absorber sobre este tema. Por un lado, por la presión social y por el otro, por el futuro negocio que pueden hacer con el turismo y la agricultura. Los basurales a cielo abierto en toda la provincia son una cargada para les vecines que tienen que fumarse el olor a basura quemada, el riesgo de contaminación de las napas de agua y ni hablar de los bidones de agroquímicos descartados que potencian todos los peligros para la salud, como estuvo pasando hasta hace poco en Anguil y Toay. Estos basurales violan todas las normas de seguridad ambiental y pisotean los derechos laborales de quienes trabajan en ese sector, estando en constante exposición a enfermedades y “accidentes” de trabajo.

El trigo transgénico HB4 es otro gran problema en potencia. Hay 4.000 hectáreas destinadas a sembrarlo en nuestra provincia y 55.000 ha. en 11 provincias. La preocupación por los transgénicos no es dogmática y sin razones: existen muchos motivos para oponerse. Una de las principales cuestiones con este trigo es que tiene una modificación genética que lo hace resistente a herbicidas, permitiendo el incremento del uso del agrotóxico “glufosinato de amonio”, contaminando no solo toda la cadena alimenticia basada en el trigo, sino también otros cultivos cercanos y pueblos aledaños. La presión de monstruos corporativos como BioCeres a les productores locales es el cuento de siempre: una millonada de plata por destruir el suelo en poco tiempo. Traen sus estructuras, sus agentes de seguridad y tienen vía libre para hacer lo que quieran con los monocultivos. Hay que ser muy consciente de los problemas que contrae esto para plantarse y rechazar la oferta, más la cuestión no termina ahí. Es muy normal poner el acento en los problemas de les “pequeños productores” como uno de los eslabones más bajos de la cadena, pero hay un síntoma de la falta de conciencia de clase en general, que es la invisibilización constante de la situación de les trabajadores rurales. 

Con multinacionales o pequeños estancieros el peón de campo está siempre expuesto al trabajo en negro, accidentes laborales, no poder faltar por enfermedad, no poder jubilarse como corresponde y, encima, al incremento del desempleo provocando una migración interna a ciudades como Pico o Santa Rosa. Esto genera barrios populares hechos por el gobierno con dos mangos provocando una crisis habitacional enorme y una precarización laboral en crecimiento exponencial (tema para otro artículo).

El uso de agrotóxicos es uno de los puntos más fuertes en los que se está tratando de oponer resistencia. Casi toda la comida que consumimos está infestada de venenos, sumándole las enfermedades causadas por el proceso mismo de producción agrícola. Hay dos vetas de resistencia a esto. Por un lado en la lucha por la transición a la agroecología desde cooperativas, chacras familiares, huertas comunitarias, etc. que intentan demostrar que es posible una buena productividad sin necesidad de transgénicos ni agroquímicos. Pero esto viene aparejado a un problema económico que no se puede resolver si no es desde una conciencia de clase: los precios de las pequeñas producciones agroecológicas son muy elevados, lo que hace que los segmentos más pobres de la clase trabajadora no tengan acceso a esos alimentos y la alimentación sana siga siendo un lujo de pocas personas. Por eso se vuelve fundamental, por un lado, la militancia ideológica para construir una identidad de clase en todo el pueblo trabajador, y por otro lado, el activismo en los barrios populares para la creación de huertas comunitarias agroecológicas, ante la falta de laburo y el encarecimiento de productos necesarios para acceder a la canasta básica.

A la par de esto no puede faltar el activismo que enfrente directamente el discurso y los avances del agronegocio, denunciando la complicidad de las empresas con el gobierno pampeano y sus “opositores” (que en este tema siempre están de acuerdo) ya que el peronismo y el liberalismo se frotan las manos y se regocijan con estos acuerdos multinacionales. Es una hipocresía reclamar el caudal de agua de los ríos para después incentivar su contaminación constante y la destrucción del suelo fértil. 

Como nunca nos falta el circo de la política, el gobierno negocia acuerdos para producir energía solar vendiendo a la sociedad una transición hacia recursos renovables, pero cuando analizamos el alcance de estas iniciativas podemos ver que es meramente simbólico para no quedar tan “vendepatrias” ante sus votantes con “conciencia ambiental”.

En torno a esta problemática se levantó una asamblea autoconvocada, que nuclea militantes individuales, agrupades y partidarios, llamada “La Pampa por el ambiente”, nacida en primera instancia para frenar el acuerdo porcino con China que tenía -y tiene todavía- a nuestra provincia como uno de los principales destinos. Mediante asambleas, movilizaciones y actividades de visibilización se trata de llegar al resto de la población para hacer hincapié en estos puntos, participando también dentro de la coordinadora “Basta de Falsas Soluciones” y adhiriendo a la campaña #BastaDeVenenos. 

Toda la clase trabajadora con sus organismos sindicales, de derechos humanos, transfeministas, políticos y sociales deben hacerse eco de esta lucha en la que todes deberíamos ser parte, como recientemente nos enseñó el pueblo chubutense en la lucha contra la mega-minería. 

Desde la militancia forista la tarea es por un lado desenmascarar el papel ecocida del capitalismo, con la complicidad del Estado, y por el otro lado generar interés y organización horizontal dentro de la clase trabajadora pampeana en general: asalariades, precarizades, desocupades, jubilades, estudiantes, monotributistas, etc. para resistir este avance capitalista.

La clase dominante se enriquece a costa de la explotación y destrucción de nuestro suelo pagando sin problemas los elevados costos de la comida saludable, mientras que la basura con venenos la consumimos nosotres.

¡¡¡ESTAMOS EN EMERGENCIA SOCIO-AMBIENTAL!!!
¡¡¡BASTA DE FALSAS SOLUCIONES!!!

¡¡¡El pueblo chubutense nos marca el camino con organización y acción directa!!!

¡¡¡Basta de venenos!!!

Harry - afiliado individual en Santa Rosa, La Pampa
Categoría: Ambiente
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